(22 años)
Tiro de su mano con una sonrisa traviesa y lo entro en mi apartamento.
—¿Ya estás preparada? —pregunta Carlos, señalando mi ropa interior de encaje, y muerdo mi labio inferior, asintiendo.
—Quítate la ropa, tenemos que hablar —susurro y él sonríe torcidamente.
Cierro la puerta y él se desnuda delante de mí. Tengo que controlar mis manos para no tocarlo. Coloco la silla de madera que le he pedido a Quique enfrente de la puerta de mi habitación, dado que yo solo tengo los taburetes de la cocina, y guío a Carlos para que se siente.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta y apoyo un dedo sobre mis labios, pidiendo silencio.
—Relájate, te va a gustar —aseguro y le guiño un ojo.
Voy hacia la cocina y cojo una copa de vino. Abro el congelador y pongo varios hielos en ella. La lleno de agua caliente para que los hielos no quemen ni corten, y vuelvo con Carlos. También cojo algunas cosas para jugar con él.
Coloco la copa y la bandeja de alimentos en el suelo a su lado y me pongo de rodillas enfrente de él.
—No me gusta que te pongas así —me dice y asiento.
—Lo sé, pero a mí no me importa —contesto y él agarra mis manos, que están sobre sus muslos.
—Levántate, por favor.
Lo observo detenidamente durante un par de segundos, en los cuales sus ojos me lo suplican. Termino accediendo y me pongo en pie.
—No sé por qué no te gusta —exclamo y él se encoge de hombros.
—No sabría contestarte.
Me siento a horcajadas sobre él y alzo su mentón, clavando mis ojos en los suyos y sintiendo un pequeño escalofrío cruzar mi espina dorsal, como cada vez que me mira directamente.
—Lo que quieres es complicarme la vida. —Ronroneo contra sus labios y él sonríe.
Noto su erección en la línea de mi vagina y muerdo su labio inferior. Lo quiero dentro de mí, quiero gemir su nombre y notar su pene dándome placer como solo él puede.
Lo beso, cogiendo su rostro con mis dos manos, e introduzco mi lengua en su boca, saboreando el interior con ansias. Me bajo de su regazo y busco un pañuelo de tela. Ato sus manos por delante y sonrío ante su expresión confundida.
—¿Por qué me atas? —pregunta y muerdo mi labio inferior.
—Ya lo sabrás.
Me desnudo y cojo el bote de chocolate. Siento sus ojos observarme con deseo, llamándome a gritos para que le deje tocarme.
Me dibujo un uno en el vientre y me acerco a él.
—Vamos a jugar a los números. Tienes que seguirlos —indico y Carlos asiente.
Hago un dos en mi muslo derecho. Un tres en mi clavícula izquierda. Un cuatro en mi pecho izquierdo y un cinco en el derecho. Doy un paso y él se inclina desesperadamente sobre mi vientre. Echo la cabeza hacia atrás cuando siento su lengua en mi ombligo.
Cuando termina, apoyo la rodilla derecha sobre su muslo y sus ojos me observan fija e intensamente mientras hace desaparecer cualquier rastro del dulce con su lengua profesional. Su boca sube hacia mi vagina, pero sonrío y me alejo.

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Tengo sueño
RomansaIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...