24.

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Estoy haciendo café cuando Nando sale desnudo y con los pelos alborotados de mi habitación.

—Buenos días, bello durmiente. —Saludo y saco otro vaso.

—¿Dónde está mi ropa? —pregunta con voz somnolienta y señalo el sofá.

—Allí. La recogí esta mañana. ¿Cereales o café?

—Café, por favor. —Se acerca al sofá y coge su ropa—. Uf, sí que nos volvimos locos.

—Estuvo bien —murmuro y me giro, poniendo los dos vasos en la barra.

Cojo mi taza con las dos manos y bebo un poco. Enciendo un cigarro y me siento en un taburete. Nando termina de vestirse y se sienta enfrente de mí, calentando sus manos en la taza.

—¿Cómo estás?

—Un poco dolorida —respondo y él alza las cejas, sorprendido. Me río y le doy una calada al cigarro—. Mentira, estoy bien. ¿Tú?

—Bien —susurra asintiendo y sonríe—. Muy bien, la verdad.

—Me alegro —digo sonriendo.

—¿Qué vas a hacer hoy? —pregunta y se termina el café.

Le doy una calada al cigarro y me encojo de hombros.

—Estaré aquí, no sé si llamar a Ali o a mi hermano.

—¿Mario?

Bajo la mirada y apago el cigarro en un vaso con agua que ha adoptado el papel de cenicero hasta que vaya a comprar uno. Si es que me decido.

—El viernes le dije que iba a aprovechar mi libertad, que haría lo que quisiera con mi cuerpo—susurro y Nando me mira atento—. Creo que se enfadó, me dijo que no le gustaba.

—Pero no son nada, no puede impedírtelo.

—Eso le dije. Lo mismo que yo no podía prohibirle a él acostarse con otras chicas —contesto y clavo mis ojos en los ojos avellanas de Nando—. Me dijo que no quería acostarse con ninguna chica.

—Qué bonito —susurra sonriendo y yo asiento.

—Pero no puedo hacer de Mario mi todo, no como con Carlos. Ya me ves ahora —exclamo y él asiente.

—Si te quiere, lo entenderá.

—Lo sé.

Por dentro sé que estoy siendo coherente, pero algo no termina de encajar. Vuelvo a pensar en la noche de ayer y dudo si fue algo bueno o malo.

—No te comas el coco, Ina, lo estás haciendo bien.

—Cuando llegues a algo con Ali me sentiré una traidora—digo en voz baja y Nando hace que lo mire.

—Ali lo entenderá, preciosa. Además, ¿qué te va a decir? Si no es una amiga de verdad te dejará de hablar, pero si se lo decimos bien...

—¿Cómo que si se lo decimos? Yo no estoy enamorada de ella, ese marrón es para ti —lo interrumpo con el ceño fruncido y una sonrisa de diversión.

Nando me mira con los ojos entrecerrados y pellizca mi nariz.

—Eres una bruja, para que tener amigos teniéndote a ti —exclama y yo pongo los ojos en blanco.

Después de diez minutos, Nando se va y me quedo sola en mi apartamento. Rechazo la televisión y el trabajo. Cojo un cigarro, el vaso con agua y salgo al balcón.

El cielo está gris, lo que me hace predecir que va a ser una tarde lluviosa a más no poder. Suspiro y mi depresión se acrecienta al ver el paisaje nublado.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora