Epílogo

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Miércoles 1 de julio de 2015. Un mes para la boda.

—¿Fui tan malo en mi otra vida que esta es un castigo? —exclama Quique mirando hacia el cielo y pongo los ojos en blanco.

—Hermanito, eres un poco demasiado dramático —me quejo—. Solo te he dicho que me voy a casar.

—Y estaría feliz si no fuera con él —replica, señalando a Carlos con la cabeza.

—Pues te tienes que joder.

—¡No, si otro remedio no me queda!

—Pero deja de quejarte, podría ser con un drogadicto.

—Y es con un...

—Cállate —exclamo, parándole los pies. Sé lo que iba a decir—. Quique no me hagas enfadar, serás el padrino de mi boda.

—Y yo la dama de honor. —Celebra Ari con alegría y Quique la mira como si tuviera tres cabezas.

—¿Tendría que agradecerte eternamente el honor de ser el padrino de tu boda no deseada? —pregunta y aprieto los dientes.

—Has lo que te salga del culo, me tienes harta.

Me levanto de la silla y me dirijo al patio de atrás. Suspiro y me cruzo de brazos.

¿Es tan difícil fingir un poco de alegría por la felicidad de tu hermana?

—Amor, ¿estás bien? —pregunta Carlos detrás de mí y me giro. Le sonrío levemente y asiento—. A mí no me tienes que mentir.

—¿No te molesta que te trate así? —pregunto y él rodea mi cintura con sus brazos.

—Yo solo quiero que seas feliz, cariño. Sé que no le caigo bien, pero solo me importa que te quieres casar conmigo, que me amas —responde y acaricio su pecho con mis dedos—. Que me trate así me lo he ganado yo solito.

—Pero yo te he perdonado, ¿no basta con eso?

—Para tu hermano no, y lo sabes.

—Habla con él, a solas. Explícale las cosas.

Él desvía la mirada a algo sobre mi hombro y se pone pensativo.

—¿Estás segura de que me querrá escuchar? —pregunta y me encojo de hombros.

—Si no lo pruebas, no puedes saberlo.

Me pongo de puntillas y lo beso.

—Vale, no chantajees con tus besos, ahora mismo voy a entrar a decírselo. Si no he salido en una hora como máximo, llama a una ambulancia. O a la funeraria.

—¡Carlos! —exclamo pegándole en el hombro y él se ríe.

Enreda sus dedos entre mis cabellos y me besa.

—Te amo, preciosa.

Se separa de mí y entra en la casa. Suspiro y me abrazo a mí misma. Entro a los cinco minutos y veo a Ari sola en el salón.

—¿Han subido a hablar? —pregunto en un susurro y ella asiente.

—Lo he tenido que convencer.

Resoplo y me tiro al lado de ella. Esperamos unos cincuenta minutos mientras charlamos de trivialidades y, cuando bajan, es como si nunca hubiera pasado nada entre ellos. Carlos se sienta a mi lado y Quique al lado de Ari, entre ella y yo.

—¿Qué pasa? —pregunta mi prometido cuando los miro alternativamente con el ceño fruncido.

—¿Ya?

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora