Viernes.
Vuelvo a colgar cuando el móvil suena y alzo la botella de whiski para beber.
Miro el mar como lo haría una loca: sin parpadear y con los ojos hinchados y rojos. Por eso los guiris me miran con temor. Las olas chocan con la orilla y se forma la espuma blanca. Es precioso y a la vez relajante.
Vuelvo a darle un sorbo al whiski. Siempre he tenido un estómago de acero.
—Carlos se va a casar —digo en voz alta y un guiri me mira con los ojos llenos de asombro y algo de miedo—. ¡Si, hablo sola, ¿qué pasa?!
El hombre se va corriendo con sus dos hijos y vuelvo a mirar al mar.
Sí, Carlos, mi Carlos, se va a casar con una arpía. Una bruja. Catalina Gómez Herrada. La muy puta tiene hasta nombre de lo que es.
Sí, la conozco. Por desgracia.
—Tú y tus trencitas ridículas. No me gustas, sonrisa de hojalata, no me gustas nada y te echaré de mi territorio.
—Catalina, ¿por qué eres tan mala conmigo? —pregunto con la voz ahogada y ella se pone roja de la rabia.
—¡Porque no deberías de existir! —chilla Catalina y me encogo contra la pared del cubículo del baño.
—No te he hecho nada.
—¿Qué no? Ya verás tú lo que no es hacer nada. —Coge una de mis trenzas, alza su mano, donde lleva una tijera, y lloro.
—¡No lo hagas! —grito, pero ella ya tiene un trozo de trenza en la mano.
—Ahora estás peor, más fea, y nadie te querrá.
—Mis padres me quieren y Carlos también.
Me da una bofetada tan fuerte que caigo al suelo. Lloro y me agarro la mejilla herida.
—Cállate, sonrisa de hojalata, o saldrás peor.
Me golpeaba, se reía de mí, me hacía la vida imposible hasta el instituto. En él lo quiso intentar, pero yo había visto películas y documentales sobre el bullying, así que se lo impedí. Llegué a ser mucho más lista que ella y la cortaba cada vez que se intentaba reír de mí, o me defendía cuando me subía la mano. Por eso aprendí karate y defensa personal y soy tan directa con las personas. Mis padres estaban preocupados, pero yo no les contaba nada.
Me llamaba "sonrisa de hojalata" porque tenía aparatos y se metía siempre con mis trenzas, asi que dejé de llevar ese peinado y respiré aliviada cuando por fin me quitaron los aparatos y tenía una sonrisa perfecta.
Ella fue desapareciendo de mi vida, casi ni la veía por el instituto y yo siempre estaba con Carlos.
Hasta ayer, que descubro que es la prometida de Carlos y la que espera un hijo de él. Cómo la odio. La odio con todo mi ser.
Gruño al escuchar por enésima vez el teléfono y, enfadada y borracha, contesto.
—¿Qué quieres? —digo arrastrando las palabras.
—¿Irina?¿estás borracha? —pregunta Alicia y por su tono noto que está preocupada.
—Muy bien, Einstein, ¿cómo lo has descubierto?
—Eres muy borde cuando te emborrachas. ¿Dónde estás?
—En mi casa —miento.
—No suena como tu casa.
—Es la tele, está encendida —digo rápidamente y eructo sin querer.
—Vale, deja de beber, iré en diez minutos.
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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...