26.

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Me despierto con un lío de piernas y brazos encima de mí y apago el despertador. Jonay y Marta duermen plácidamente a mis lados, todos revueltos y sin manta.

Me sonrojo al recordar la noche anterior y muerdo mi labio inferior. Sonrío como una tonta, a pesar del sueño de la vez que perdí la virginidad con Carlos, pero creo que ya nada me puede quitar la sonrisa. Es pensar en lo que pasará hoy y tiemblo de anticipación.

Logro salir de los cuerpos pegajosos de mis vecinos, cojo la ropa, el maquillaje y cierro la puerta para no despertarlos.

Me meto en la ducha y salgo sin peso en las articulaciones. Estoy un poco dolorida y eso no me sorprende. Después de una noche entera con Carlos tardaba en sentarme cómoda por lo menos una semana.

El vestido escogido es uno negro que me llega hasta las rodillas y es pegado a mi cuerpo por completo. También tiene un escote hasta la mitad de los pechos, de manga corta y muy cómodo. Me pongo los tacones rojos y salgo del baño.

Agarro el bolso rojo y meto el móvil, las dos carpetas de los proyectos, las llaves del coche, las de casa y escribo en una hoja del bloc de notas.

Como es vuestra casa. Les quiero. Y gracias por lo de anoche. Irina.

La dejo en la barra y salgo de casa. Me paro un momento en el bar de Ramona y le pido un café largo y en vaso de cartón. La ventaja de cantar todos los viernes en el bar de Ramona es que me deja todo gratis, dice que se lo pago subiéndome a ese escenario con su hijo.

Una tontería como un castillo, pero bueno, nadie puede con Ramona.

Tarareo entrando en la empresa, saludo a Ana con alegría y subo al ascensor, saludando también animada a los presentes. Salgo del ascensor y llego a la mesa de Marcos. Ni que Carlos esté allí me quita la sonrisa.

—Buenos días a todos —exclamo y me apoyo en el escritorio de mi secretario—. Marcos, ¿cómo estás?

—Muy bien, Irina, y veo que usted mejor que yo.

—Uf, estoy fenomenal. —Le muestro mi mejor sonrisa y voy hacia Miguel, que habla con Carlos.

—Buenos días —susurro y me pongo al lado de Carlos.

—Buenos días, Irina. —Saluda Miguel y le doy un abrazo. Meto la mano en el bolso y saco una corona de princesa del bolso.

—Para tu niña, que el sábado fue su cumple ¿no? —le digo y le extiendo el regalo, él la coge con ojos sorprendidos.

—Irina, no tenías...

—Sí tenía que hacerlo, bla bla bla —Me río y él sonríe ampliamente—, pero eso no es gratis. El precio es conocerla —digo y Miguel asiente. Me da la corona y yo lo miro con el ceño fruncido.

—Mejor que se la des tú misma, querrá conocerte si se la doy yo y me pondrá la cabeza como un bombo —explica y me vuelvo a reír. Carlos aprieta los papeles que tiene en las manos.

—Está bien, tú avisa. Tengo que trabajar, que ahora soy la jefaza —exclamo y meto la corona de nuevo en mi bolso.

Entro en el despacho y saludo a Brad, él me halaga y yo me río. Siempre tan encantador...y tan pasteloso. Antes de encender el ordenador, cojo el móvil y lo reviso.

Mierda, 7 llamadas perdidas de Quique, 5 de papá y una de Ali.

Llamo primero a Quique, es el peor que se pone si tardo en devolverle la llamada.

—Me asusta tener más llamadas tuyas que de papá —murmuro antes de que hable.

—¡Oh, por fin, la maravillosa Irina se ha dignado a coger el móvil y marcar mi número!

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora