Martes.
Suena el despertador y me giro en la cama para apagarlo aún con los ojos cerrados. Mi dedo se desliza una y otra vez por la pantalla táctil de mi móvil, pero el sonido acosador de la alarma no se apaga. Resoplo y me incorporo, abriendo los ojos. Cojo el móvil y vuelve el silencio.
La luz entra por las rendijas de mis persianas, pero mis ojos aún pesan y los noto hinchados de cansancio, así que pongo el despertador para dentro de cinco minutos y me tiro sobre las almohadas.
Cuando vuelvo a despertar estoy en posición fetal, abrazada a una de mis almohadas con fuerza. Todavía el sueño con Carlos está grabado a fuego detrás de mis párpados.
Cojo el móvil y empiezo a ver las noticias, algunos mensajes y las notificaciones de mi Facebook. Mis ojos viajan al reloj del teléfono cuando quiero saber cuánto tiempo me queda.
Ah, las 07:03, todavía me queda tiempo.
No, espera.
—Mierda —chillo mientras me levanto.
No son las 06:03, sino una hora más. Hace tres minutos que debería de estar en la empresa. Me cago en todo.
Corro al baño y abro el grifo con agua caliente. Vuelvo a mi habitación y cojo la ropa, después la pongo sobre la cama. Voy a mi cómoda y abro la gaveta de la derecha, cojo el maquillaje que me voy a poner y vuelvo con las piernas en el culo al baño.
Me preparo en solo media hora y salgo de mi casa. Pulso repetidamente el botón del ascensor hasta que las puertas se abren y lo mismo hago cuando por fin lo hacen y entro.
Salgo del ascensor y corro con cuidado de no caerme con los taconazos que me he puesto. Conduzco a la cafetería que hay en la esquina de mi calle, El Malecón, y entro en ella.
—Mi niña, ha vuelto —exclama alegremente Ramona con su acento dominicano y sale de detrás de la barra con los brazos abiertos.
—Hola, Ramona, siento no poder hablar mucho, tengo demasiada prisa —digo con disculpa en mi rostro.
—No pasa nada, mi amol, háblame mientras te preparo el café —propone con una gran sonrisa y empieza a preparar mi querido café—. ¿Cuándo ha llegado?
—El jueves sobre las cinco de la tarde. ¿A ti qué tal te ha ido en el local?
—Pues muy bien, cariño, aunque hay demasiados clientes que me han preguntado por ti.
—Sí, yo también he echado de menos las noches de los viernes —admito, mirando mis manos.
—Pues podría volver, mi niña, aquí sabe que siempre la recibiremos con los brazos abiertos.
Pone el café en la barra y yo saco mi cartera.
—¿Cuánto es? —pregunto y ella niega con la cabeza.
—Págamelo este viernes —me pide y ahora soy yo la que niega con la cabeza.
—No puedo, Ramona, tus clientes tendrán otras cosas que ver el viernes.
—Sí. A usted, mi niña.
—Ramona...
—¿No tenía prisa? —me interrumpe.
Miro el reloj del móvil y resoplo. La miro y sonrío.
—Avisa a Óscar —exclamo y ella ríe.
—Muy bien, ahora mismo lo llamo, no sabe lo contento que se pondrá.
—Hasta pronto, Ramona.
—Hasta pronto, mi amol.
Me voy con una sonrisa y me monto en el coche. De camino a la empresa me llama papá preocupado por no haber llegado, pero se tranquiliza cuando le digo que me he quedado dormida y colgamos a la vez.

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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...