Capítulo 14

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¿Nunca os ha pasado que cuando hacéis un examen, el cual no llevabais muy preparado, pero te ha salido bien, os entran nervios para saber la nota? Pues eso es lo que llevo sintiendo yo, desde que supe la carta llegó a Amelia. Nervios. Muchos nervios. Aún no sé si de los buenos o de los malos.

Los nervios me hacen dormir poco, así que decidí, bajar al bar a echar una mano. Hoy no me tocaba trabajar, pero mi cabeza tampoco está para ponerme delante de los apuntes y estudiar. Lo mejor sería tener la cabeza ocupada.

La mañana en el bar pasó tranquila. Eso sí, no las vi, ni a Amelia ni a Nuria. Aunque tampoco bajasen todos los días a desayunar al bar, yo tenía la esperanza por lo menos de ver a Amelia por la plaza.

Mi nerviosismo no pasó desapercibido para mi abuelo. Él no me dijo nada, ni me preguntó, pero yo sabía que estaba preocupado por mí. Su mirada lo decía todo.

- Abuelo, estoy bien. Aunque no me lo pregunte, veo la preocupación en sus ojos. –le dije sonriendo.

- Hija, no has dejado de mirar la puerta, ni la plaza en toda la mañana. ¿Esperas a alguien?

- No. –agaché la cabeza.

- Charrita sabes que me puedes contar cualquier cosa, ¿verdad?

- Sí abuelo, no se preocupe. –le cogí la mano–. Voy a recoger a Cata y a Ciriaco, así me da un poco el aire.

- Claro hija, ve que el aire es bueno para aclarar la mente.

Salí del Asturiano para ir al colegio. El paseo me vino bien, y que mis hermanos me contarán su día en el colegio, aún mejor. Siempre me parecía maravilloso escuchar a Cata, como se le iluminaban los ojos al hablar de su seño de música porque era muy divertida, y que le encantaba leer, porque cada día leía un poquito mejor. Por otro lado, Ciriaco me contaba que hoy le habían felicitado porque se había portado muy bien, incluso tenía una nota en la agenda que lo corroboraba.

Íbamos por la plaza cuando vi a Amelia saliendo del Asturiano con una bolsa. Mi corazón empezó a acelerarse.

- Luisi ¿me atas la cordonera? –me dijo Ciriaco.

- Estás ya muy mayorcito como para no saber atarte los cordones tú solito.

- Yo sé, pero es que tú lo haces más fuerte, porfa.

- Venga trae. –me agaché para comenzar a atarle los cordones.

Mientras le ataba los cordones a Ciriaco, sentí como una persona se paraba justo delante. Sabía que era ella.

- Hola Luisita.

- ¡Ay! Hola Amelia. –me puse tan nerviosa que no atinaba para atar las cordoneras de Ciriaco.

- ¡Hola! –dijo Cata–. ¿Tú eres la novia de Luisi? –cuando escuché a Cata pronunciar esas palabras, creo que mi corazón se paró. Qué curioso, segundos antes iba a mil revoluciones y ahora, quieto.

- No cariño, soy…una amiga. –contestó Amelia un poco incómoda.

- Yo nunca te he visto por casa. Marina es amiga de Luisi y va a nuestra casa. ¿Tú por qué no? –Siempre lo habían dicho, Cata era una mini yo en castaña. En estos momentos me arrepentía tanto de ese parecido…

- Pues porque somos amigas…nuevas. –le explicó a la pequeña.

Por fin le até las cordoneras a Ciriaco y al ver a mi abuelo en la puerta del  bar, salió corriendo. No entiendo porque Cata no hacía lo mismo.

- Entonces… –ahí seguía Cata sin moverse, mirando a Amelia–. Si no eres la novia de Luisi, ¿puedes ser la mía? Luisi siempre dice que podemos tener novios o novias, lo importante es quererse. Tú eres muy guapa. Novia de Ciriaco no, es que yo a él, no le veo ni con novia ni con novio. Es muy…no sé. –dijo atropelladamente. Cuando escuché a Cata decir todo eso, mi mano fue hacia mi cara. No sabía dónde meterme.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora