Había pasado una semana desde que Amelia me echó de su casa. Siete días en los que no había tenido noticias de ella. Lo máximo que sabía era a través de Marina y Mateo. La verdad que se están portando muy bien, Mateo me ha sorprendido gratamente. La única pega fue que se empeñasen en que los acompañase al cine el miércoles. Marina decía que así me despejaba y salía del bucle en el que estaba metida. Acepté por no escucharla, porque cuando quiere puede ser muy persistente.
El día del cine, Mateo me dijo que había intentado hablar con Amelia sobre el tema pero que ella no quería hablar, incluso me dijo que estuvieron a punto de discutir, ya que él le comentó que era una tontería enfadarse pero ella le dijo que no era quién para meterse en sus asuntos. Me sentí un poco mal cuando me lo contó y le dije a Mateo que dejasen las cosas como estaban, lo que menos quería era que encima también discutiera con su amigo por mi culpa.
Quitando la salida al cine bajo extorsión de mi amiga, había centrado mi semana en estudiar por las mañanas y trabajar por las tardes. Hablé con mis padres para cambiar mi turno en el Asturiano y así enfocaba mis energías en estudiar. Para ser sincera, no tenía la cabeza para estar mucho rato de cara al público y menos por las mañanas, ya que el lunes me lo pasé mirando a la plaza esperando algo que no iba a ocurrir. Al final eso iba a repercutir en el trabajo y era algo que no quería.
Llegué a la conclusión que, cuanto más ocupada estuviera, mejor para mi salud mental. Me seguía sintiendo culpable tras lo acontecido con Amelia. Varias veces había cogido el móvil dispuesta a escribirle, pero tras meterme en su conversación y repasarla, mis ganas se disiparon. ¿Cómo puede algo destruirse tan rápido? Nuestra amistad había sido como un castillo de arena. Cuando éramos pequeños y estabas en la playa, lo primero que querías era llenar el cubo y comenzar a construir el mejor castillo de arena. Nunca piensas cuál es el mejor sitio para construirlo, solo piensas en comenzar, y dejarlo bien bonito para poder estar orgullosa de él. ¿Pero qué pasa? Que estás en la playa y hay millones de factores para que, una vez construido, el castillo se pueda venir abajo. Están tus hermanos correteando alrededor de él y con un descuido pueden destruirlo. También hay gente que no mira por donde va, que solo quiere llegar, plantar la sombrilla y no se fijan qué pueden pisar y qué no. Por otro lado, hay gente jugando con pelotas, y puedes tener mala suerte, que en un descuido, la pelota vaya directa a tu castillo. Y esas son unas de las muchas causas por el cual, tu castillo se puede destruir. Si eso pasa, llorarás, te cabrearás y puede ser que, o intentes reconstruirlo, o te canses y ya no quieras volver a hacer un castillo hasta el próximo día. ¿Le habría pasado eso a Amelia? ¿Se había cansado? ¿Habría pensando que ya no merecía la pena coger el cubo y volver a construir el castillo? A las personas muchas veces nos pasa, estamos cansadas de tantas decepciones que nos planteamos mirar hacia otro lado con tal de no sufrir más. De no volver a construir castillos de arena porque al final hay más posibilidades de que se vengan abajo que de permanecer en pie.
Los domingos por la tarde, junto con los miércoles, eran los días más tranquilos para estar en el King’s, y esta semana me habían tocado a mí. Según mi hermana María, anoche el King’s se llenó y terminaron bastante tarde de trabajar. Por ello me tocaba hacer el turno a mí sola, a no ser que me viese sobrepasada y en ese caso vendría a ayudarme. Pero tanto ella como yo sabíamos que no iba a pasar.
Había muy poca gente pasada la media tarde. Yo ya no sabía qué hacer, si vaciar la nevera y volver a llenarla, sacarle más brillo a las copas u ordenar las botellas por orden alfabético. Esta última opción me había hecho gracia, así que ahí estaba yo, matando mi aburrimiento a base de organizar botellas de alcohol.
Estaba tan metida en mi trabajo que ni escuché que alguien me llamaba.—Luisita.
La música y las botellas me tenían absorta.
—¡Luisita! —gritó.
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Aunque tú no lo sepas
FanficYo no quiero ser tuya ni que tú seas mía, quiero que pudiendo ser con cualquiera nos resulte más fácil ser con nosotras. Elvira Sastre