Una ocupa se hizo la dueña de mi cama desde bien temprano. Abrí un ojo, me cercioré que era la pequeña de la casa y la abracé para seguir durmiendo.
Al cabo de un rato, la paz que había conseguido se vio rota por una pelea de almohadas entre mis dos hermanas. Marisol y Catalina se habían puesto de acuerdo para despertarme a base de pequeños golpes, como dijo la pequeña. Entre risas y algún que otro topetazo contra el colchón, empezamos la mañana, hasta que mi madre entró a la habitación para cortar la batalla que habíamos comenzado minutos atrás.
Fuimos todos a desayunar al salón ya que mi hermana María había llegado con churros para comenzar el día con fuerza.
Estábamos desayunando cuando Catalina tuvo una idea.
—¿Podemos ir hoy al Mercadillo? —preguntó la pequeña antes de llevarse a la boca el churro que estaba mojando en su taza de Minnie.
—¡Qué buena idea, peque! —exclamó Marisol.
—Yo paso —declaró Manolín.
—Tú te irás con tus hermanas si deciden ir —dijo mi madre mirándolo fijamente. —Además, yo voy a bajarme a echar una mano al bar.
—Pues me quedo aquí en casa.
—¡Manolín! Para dos días que estás aquí en Madrid, sé un poco familiar —añadió María.
—¡Manuel! Ya estoy harto de que me llaméis así —comentó con un tono serio mi hermano.
—Va, venga, Manuel, no seas tonto y vente a pasar un rato con tus hermanas. Luego nos tomamos algo por el mercadillo y listo —contesté yo.
—Bueno, vale —aceptó mi hermano.
—¡Yo también quiero ir! —gritó Ciriaco con la boca llena de chocolate.
Comenzamos a reírnos todos y decidimos que ese sería nuestro plan matutino. Como conocía a mis hermanos, entré yo la primera a ducharme, así mientras María ayudaba a Cata, yo emparejaba mi habitación junto con Marisol.
Tenía el móvil bastante olvidado hasta que mi hermana me lo dio antes de meter la cama nido en su sitio. Enchufé los datos y me llegó su mensaje. Al leerlo sentí un cosquilleo en mi interior y se me formó una sonrisa permanente en mi cara.
—¡Uy! ¿Y esa sonrisita, Luisi? ¿Qué has visto? —preguntó Marisol mientras se acercaba a cotillear mi móvil.
—¡Oye! —Aparté el móvil y lo bloquee—. No seas tan cotilla.
—Va, cuéntame. ¿Es la chica que llamó Cata? Me pareció monísima.
—Monísima es poco, Marisol. —Suspiré mientras me apoyaba en la madera de la cama.
—¿Qué te ha dicho? —dijo acercándose a mí.
—Mira. —Le acerqué el móvil y le enseñé el mensaje—. Pero no quiero comentarios, que no veas la lata que me da María.
Me miró, sonrió y se puso a leer el mensaje.
—Luisi, yo creo que esa chica… —Alzó las cejas.
—¿Qué?
—Pues que le gustas. Vale que sea tu hermana pequeña, pero no hay que hacer un máster para leer ese mensaje y saber que está loquita por hablar contigo.
—Anda, trae el móvil, ve a ver si han terminado los pequeños y Manolín, para ducharte.
—¿Quieres intimidad —preguntó con una sonrisilla.
—¡Marisol! —exclamé.
—Vale, me voy —dijo levantando las manos.
Cogió su ropa y salió de la habitación. En cuanto vi que mi hermana ya no estaba para molestarle, volví a releer el mensaje un par de veces y le respondí contándole un poco lo que íbamos a hacer. El plan del mercadillo me recordaba a ella, creo que ya no volveré a recorrerlo sin pensar en la tarde que pasamos las dos juntas cogidas de la mano.
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Aunque tú no lo sepas
ФанфикYo no quiero ser tuya ni que tú seas mía, quiero que pudiendo ser con cualquiera nos resulte más fácil ser con nosotras. Elvira Sastre