Capítulo 57

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Cuando sonó mi despertador, aún era de noche. No tardé mucho en levantare e ir al aseo a darme una ducha para despejarme. Me vestí y puse rumbo al bar.

Una vez que tenía todo preparado para comenzar a recibir a los parroquianos, recé para que fuera una mañana tranquila.

A mitad de los desayunos, mi padre llegó para ayudarme. Me estuvo contando que anche al final cerraron tarde porque se presentaron un grupo de amigos y de la cena pasaron a los cubatas.

-Por cierto, hija, Cata se ha despertado y no paraba de preguntar por Amelia -soltó mi padre con una sonrisa.

-Ya, es que anoche vino a cenar con nosotros -contesté mientras limpiaba la barra.

-Ah, ¿sí? Pero, ¿qué hicisteis? -preguntó mientras apoyaba los codos en la barra y me miraba fijamente.

-Seguro que ya te lo ha contado Cata, papá, no sé para qué quieres escuchar dos veces lo mismo.

-Luisi, ¡qué desaborida eres! Si es para hablar un poco de algún tema, que ahora la cosa está tranquila.

-Papá, que te conozco y si lo preguntas es por algo. -Me giré para prepararme un café.

-¡Buenos días! -saludó Amelia.

-¡Buenos días, Amelia! ¿Qué tal?

-Hola -dije mientras sonreía.

-Bien, Marcelino. Y vosotros, ¿cómo lleváis la mañana?

-Pues más tranquila que anoche, pero siéntate en la mesa y desayunas con mi Luisi, que se estaba preparando una café -comentó mientras la guiaba.

Amelia me miró y yo me encogí de hombros.

-Venga, hija, coge tu café que ahora os llevo unas tostadas. Amelia, ¿lo de siempre?

-Sí -afirmó.

MI padre se metió en la barra para preparar las tostadas mientras yo, una vez terminé de preparar tanto mi café como el de Amelia, me acerqué a la mesa con ambos.

-Hola, preciosa -susurró una vez me había sentado.

-Hola -dije con una sonrisa. -¿Qué tal has dormido?

-Bien, pero hubiera dormido mucho mejor contigo.

-Ay, no me digas eso.

-¿Por qué?

-Porque me muero de ganas de que seas, otra vez, lo primero que veo al despertar-contesté mientras acercaba mi mano junto a la suya y la rozaba.

-Cariño... -Entrelazó nuestros dedos-. Hoy no porque es la noche de Reyes y supongo que la pasarás en casa, pero que te parece si mañana....

-¡Aquí tenéis unas tostadas con jamón! -interrumpió mi padre haciendo que, en un movimiento rápido, nuestras manos pasasen a remover los cafés.

-Gracias, Marcelino -agradeció Amelia.

-De nada, hija, porque, ¿te puedo llamar hija? Es decir, no te importa, ¿verdad? Que no estoy queriendo decir nada, ni mucho menos, pero por edad, perfectamente podrías ser mi hija. Yo tengo un montón de hijas, ¿se lo has contado, Luisi? -dijo mirándome.

-Sí, papá -afirmé.

-Que yo te lo digo como una muestra de cariño, Amelia, porque yo ya te tengo aprecio, de tanto venir al bar y todo, pues ya eres una más de la familia. Además, mi Cata está encantada contigo, eso es que eres buena niña. Bueno, y mi Luisi, aunque no me cuenta nada, yo sé que también está encantada contigo. Claro, sois amigas y eso, ¿no?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora