Capítulo 55

3.6K 301 182
                                    

—¡Hola, bonita! —escuché nada más descolgar el teléfono.

—¡Hola! ¿Cómo estás? —contesté alegremente.

—Bien. Aquí en casa, que me acabo de despertar de la siesta.

—¡Qué suerte! Unas trabajando y otras…

—¿Todavía estás en el bar? —preguntó Amelia.

—No, no. He salido hace nada, pero mientras estaba en él, tú estabas durmiendo… —dije poniendo voz de pena.

—No me pongas esa vocecita, que me entran más ganas de verte y achucharte. Encima, he dormido la siesta oliendo a ti.

—¿Y eso?

—Tenía frío. He visto la sudadera que te pusiste anoche y me la he puesto. Así por lo menos te he sentido cerca —contestó y sonreí al escucharla.

—Jo, ojalá la próxima vez pueda dormir la siesta contigo —susurré.

—Me encantaría. —Suspiró—. Por cierto, ¿qué estás haciendo?

—Pues estoy en la plaza, que estaba hablando con Marina y justo me has llamado —le expliqué mientras andaba por ella.

—¡¿Con el frío que hace?! —exclamó Amelia.

—Es que si subo a casa seguro que se corta por el ascensor o algo peor, Cata se entera que estoy hablando contigo y ya me deja sin móvil —reí.

—Pero, Luisi, no quiero que estés ahí en la calle. Hace frío y te puedes poner mala —comentó preocupada.

—Si me pongo malita, me cuidas —manifesté sonriendo.

—Yo te voy a cuidar de todas formas, así que venga, a casa —ordenó con voz autoritaria.

—Un minuto más —le supliqué—. ¿Qué vas a hacer esta noche? —pregunté mientras me acercaba a mi portal.

—Pues he quedado con Natalia y Lourdes para cenar. Se iba a venir Mateo también pero al final ha dicho que mejor nos veíamos otro día.

—Ah, pues si después de cenar os apetece tomaros una copa, conozco el mejor sitio de todo Madrid. Además, sé por muy buena tinta que hoy trabaja una camarera guapísima —mencioné con el fin de convencerla para que viniese al King’s.

—Ah, ¿sí? Pues está muy bien saberlo, luego pásame la ubicación y veo si nos pilla cerca, porque quiero comprobar con mis propios ojos si es verdad eso que dices de la camarera —dijo en un tono sugerente.

—Tranquila que te lo pasó luego.

—Anda, Luisi, sube a casa y descansa un rato, que te vendrá bien.

—Sí, porque quería dormir la siesta como una que yo me sé, pero al final por las horas que son... No creo que me dé tiempo.

—Jo, lo siento —se lamentó Amelia.

—No, no, si no ha sido tu culpa, en todo caso mía. Pero no te preocupes, que ahora subo e intento dormir.

—Vale, pues luego hablamos. Descansa.

—Gracias. Un besito.

—Uno no, dos.

—Vale, pues dos besitos —dije con una sonrisa de oreja a oreja.

—Así mejor. Adiós, bonita —se despidió.

Nada más colgar, me quedé parada mirando el móvil y pensando en cómo me había cambiado la vida en cuestión de dos días. De cómo mi cabeza pensó que había vuelto con Nuria, a estar besándola sin querer parar. De soñar con ella, a dormir entre sus brazos. Creo, que por mucho que imaginemos nuestra vida, hay veces que la realidad supera con creces nuestras expectativas y sueños, y sinceramente, eso es lo que más me gusta.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora