Capítulo 52

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Cuando estás delante de una puerta esperando que te abran, se te pasan muchas cosas por la cabeza. ¿Estaré presentable? ¿Querrá verme? ¿Le molestará mi visita? En este instante sabía las respuestas a todas esas preguntas. Presentable no podía estar, ya que llevaba la ropa de anoche y la camisa estaba más arrugada que una pasa, de haber dormido toda la noche con ella. El si quería verme o le molestaría mi visita, me daba igual, yo necesitaba hablar con ella me costase lo que me costase. Es más, no me iba a mover de esta puerta hasta que Amelia no me abriese.

Tras hablar con mi hermana, toda la resaca que podía tener de la noche anterior, se me quitó de golpe. ¿Cómo había sido tan estúpida de hacer lo que hice? Mi época de ahogar las penas amorosas en alcohol la había dejado justo en el momento que terminé la universidad y pensé que, no hay mal que por bien no venga. Todo en esa vida pasaba por algo, pero con Amelia…Con ella no quería dar las cosas por hecho como me había pasado ayer. Mis inseguridades se apoderaron y lo más fácil era pensar que habían vuelto, pero, ¿por qué pensamos de más cuando lo que deberíamos hacer es esperar y hablar las cosas? Yo siempre he sido muy impulsiva, y muchas veces esa característica mía, me había jugado malas pasadas. Y esta había sido una de ellas.

Seguí tocando hasta que escuché como la puerta se abría. Mi corazón se aceleró y mi nerviosismo creció cuando la vi.

—Luisita… —dijo sorprendida.

—¿Puedo pasar? Bueno, sí, sí que voy a pasar —dije mientras accedía al interior del piso dejando a Amelia en la puerta. —Estas cosas no son para hablarlas en el rellano de casa, porque no sé hasta qué punto son cotillas tus vecinos. Aunque, quizás ni se hayan levantado. —Seguía hablando nerviosa.

Cuando llegué al sofá, coloqué mi chaqueta encima y me giré para mirarla. Seguía parada con la puerta abierta.

—Puedes cerrarla, no me voy a ir de aquí hasta que no hable contigo —declaré mirándola.

Amelia cerró la puerta y se acercó.

—Puedes sentarte, estás en tu casa. —Mi nerviosismo lo único que estaba consiguiendo era que no dejase de comentar hablar.

—¿Qué haces aquí, Luisita? —preguntó mirándome fijamente.

—Necesito hablar contigo, Amelia. Mi hermana me ha contado que anoche fuiste al King’s a buscarme y…

—Y no te encontré porque te fuiste con Carla —me interrumpió soltando esas palabras de una forma muy cortante.

—Para serte sincera, me vi obligada, por mi hermana y por ella, a irme del King’s. —Agaché la cabeza—. Pero quiero dejarte claro que no ha pasado nada con ella, es más, ella ha dormido en el sofá, y esta mañana cuando me he despertado desorientada, he visto que estaba en el salón con una chica. Creo que se gustan y están empezando algo, por lo que me han contado —solté de golpe.

—Bueno, me alegro por ella —dijo con la misma actitud de antes.

—Sí, yo también.

Estuvimos unos segundos en silencio hasta que Amelia volvió a hablar.

—¿De verdad creíste que había vuelto con Nuria?

—Amelia… —comenté mientras me frotaba la cara con las manos. —Es que vi la foto y, no sé, mi cabeza lo pensó.

—Que ella saliera en la foto fue un infortunio, yo no me la esperaba para nada —respondió mirándome.

—No tienes que darme explicaciones, Amelia, al contrario creo que soy yo la que te debe una explicación.

—¿Tú?

—Sí —afirmé. —No quiero que pienses cosas que no son.

—Creo que ambas hemos pensado cosas que no son, ¿no?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora