Capítulo 65

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¿Conocéis esa sensación de nervios que nos provocan los momentos que consideramos clave en nuestra vida? Pues así estoy yo ahora mismo. Encerrada en el baño, con un miedo atroz a enfrentarme a lo que llevo tanto tiempo esperando.

Al final, todo llega, y es verdad, la vida te va desviando del camino que tú tienes marcado, porque lo que te va a deparar es mucho mejor que lo que llevas imaginándote días, meses o incluso años.

Para mí fue difícil, hace un año y medio, enfrentarme a la noticia de que las oposiciones se aplazaban, ya que no era algo que estaba dentro de mis planes. Estar estudiando, preparándote durante mucho tiempo para conseguir un objetivo y que al final te digan «Mira que este año no»; fue complicado. Pero con la ayuda de mi familia y sobre todo de Amelia, todo al final ha quedado en una etapa.

—¿Estás bien? —preguntó tocando la puerta.

—Sí, no te preocupes —contesté.

—No quiero ponerte nerviosa, pero deberíamos salir ya. El Uber está a punto de llegar —me informó y miré el reloj.

—Dame dos minutos, por favor.

Escuché como se alejaba y yo me volví a mirar al espejo. En ese momento todo el esfuerzo que había estado en haciendo en este año y medio, se iba a acabar. En un par de horas iba a enfrentarme al tribunal, soltar mi programación y mi oposición iba a terminar. Bueno, hasta que me diesen la nota. Respiré profundamente un par de veces, salí del cuarto de baño y ahí la vi, cargada con el material que iba a necesitar, revisando que no faltase nada.

—Creo que está todo —dijo mirándome y señalando las bolsas.

—Seguro que sí, anoche lo repasamos como mil veces —recordé.

—No exageres, amor. —Me miró sonriendo y me dio un beso que calmó un poco.

—Vale, unas novecientas cincuenta.

—Anda, vamos —añadí mientras cogía la mochila y los apuntes que tenía encima de la mesa.

Toda mi familia se había empeñado en que quería acompañarme, pero me negué. No quería que me contagiaran los nervios, ya suficiente tenía con los míos. Cuando hice el primer examen, todos me estuvieron esperando en la puerta de la facultad las tres horas y media que duró. No faltó nadie. Incluso el día que pusieron las notas, fuimos todos en familia a verlas. Decían que querían estar conmigo, pasase lo que pasase. Por eso, la alegría fue compartida cuando vi que había sacado la segunda mejor nota de todo el tribunal. Querían que lo celebrásemos, pero me negué. Todavía no había conseguido el objetivo final, solo había subido un peldaño más.

Bajamos y el coche ya nos estaba esperando. Subimos y en veinte minutos llegamos a nuestro destino.

—Lo vas a hacer genial, Luisi. Te lo sabes a la perfección —dijo mientras estábamos en un banco esperando que salieran los miembros del tribunal.

—No sé, Amelia, esto no es como las veces que he hecho la exposición contigo, con mi familia o con mi profesor. Estoy delante de cinco personas que van a decidir mi futuro.

—Pero vas a contarles algo tuyo, cariño. Algo que has hecho y que nadie mejor que tú conoce. Además, ¿cómo dijo tu hermana María?

—Que era la mejor contando historias —contesté.

—Pues ya está, piensa que estás con Cata contándole cuentos, pero con la diferencia que estas personas tendrán unos cuantos años más.

—Y seguro que son menos exigentes que mi hermana, porque vaya tela la tía, cómo manda —reímos las dos.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora