Capítulo 36

2.2K 231 142
                                    

Me desperté un poco desorientada, no sabía cómo había llegado a la habitación. Miré la ventana y ya había amanecido. Había dormido del tirón, sin despertarme, cosa que agradezco enormemente. Era aún muy temprano, me hubiera gustado poder seguir durmiendo un poco más, pero cuando el cuerpo dice que no, es que no.

Me levanté sin hacer mucho ruido, con la esperanza de no despertar a mi hermana. Fui a preparar café y me senté en el sofá a bebérmelo mientras miraba a la nada. En mi cabeza retumbaba la conversación con Amelia, sus palabras, sus ojos, su mirada, tan dura como aquel día del King’s. ¿En qué momento se me ocurrió que sería buena idea lo del anónimo? Claro, el plan salió bien, lo que no estaba tan planeado es que yo me hiciera amiga de Amelia y como una tonta no se lo contase desde el minuto uno, todo por el dichoso miedo. Ese miedo que nos paraliza, que nos ata de pies y manos para impedirnos que hagamos cosas que deseamos, y que en multitud de ocasiones, se sale con la suya. Pero en este caso no, en este caso yo me había quitado la mordaza del miedo y estaba decidida a contárselo todo. Joder, porqué todo me tiene que salir mal.

—Buenos días, Luisi —dijo mi hermana sacándome de mis pensamientos.

—Buenos días.

—¿Qué tal has dormido? —Se sentó a mi lado en el sofá.

—Bien.

—Luisi, no le des más vueltas anda. ¿Quieres que hagamos algo hoy?

—No, María, creo que prefiero ir al Asturiano, quizás Amelia pase por ahí y pueda hablar con ella.

—Lo que quieras, pero si ella no quiere hablar, no la presiones.

—Ya, ya, porque sería peor y entonces ya lo tendría todo perdido —dije agachando la cabeza.

—Venga, por lo menos déjame que te invite a desayunar como dios manda y no un simple café.

—Vale.

Eso hicimos, nos pegamos una ducha rápida, nos vestimos, y bajamos a un bar cerca del piso de María. Desayunamos mientras María me contaba cosas del King’s y del casting que iba a hacer próximamente. Se la veía feliz, radiante, todo lo contrario a mí, que aunque me alegraba enormemente de que mi hermana tuviera un casting, mi cabeza estaba en otro sitio.

María quería acompañarme al bar, pero denegué su ofrecimiento, necesitaba soledad para asimilar todo lo que había ocurrido. Necesitaba pensar cómo iba a hacer para que Amelia me escuchase. Apenas nos conocíamos, no sabía cómo procesaba ella este tipo de situaciones. No sabía si era mejor dejarle tiempo para que el cabreo se le pasase un poco o no. Quizás si dejo pasar tiempo ella piense que sí, que le he mentido y que no me importa. Pero no, me importa muchísimo. No me perdonaría por nada del mundo perderla como amiga en estos momentos. Soy consciente de que más que amigas no creo que seamos nunca, tras todo lo que ha pasado, pero la quiero en mi vida. Quiero compartir tardes en el parque viendo cómo juega con Cata a ver quien se columpia más alto. Quiero poder cenar pizza con ella para ver como se come una enterita ella sola. Me apetece volver a salir de fiesta juntas, que me siga enseñando a bailar, aunque eso suponga ir corriendo al baño a refrescarme. Deseo verla triunfar en el escenario de su teatro o de cualquier teatro del mundo. En definitiva, la quiero en mi vida,  y si tengo que esperar los días que haga falta para que me deje hablar con ella, esperaré.

Tras un paseo sanador, llegué a la plaza con la esperanza de verla sentada desayunando en la terraza del bar, pero no fue así.

—Buenos días, hija. ¿Qué haces aquí? Tu hermana nos dijo que vendrías tarde o incluso que no sabía si te quedarías con ella por la mañana. ¿Os habéis peleado?

—Buenos días, papá. Que va, es solo que María tenía que hacer cosas y no quería molestarla —mentí.

—Pues si quieres súbete a casa, que ya me quedo yo aquí.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora