Capítulo 25

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Anoche quedé con mis padres que hoy no iba a bajar al bar a ayudar. Me quedaría en casa y me encargaría de mis hermanos. Al principio me pareció buena idea, pero cuando estos dos monstruitos a las 8 de la mañana han venido a mi cama a despertarme, me había parecido la peor idea del mundo.
Les preparé del desayuno y nos pusimos a desayunar los tres. Era muy temprano, demasiado para ser sábado, así que tenía que pensar algo para hacer con ellos.

—Oye, ¿os apetece que nos vayamos al parque?

Era la mejor idea para que una vez comieran, cayeran rendidos y yo poder dormirme una siesta. María me había dicho que sobre las 8 fuera al King’s a preparar las cosas, y cenaríamos allí antes de que empezase a venir la gente.

—¡Sí! —dijeron al unísono.

—Pues en terminar el desayuno, nos vestimos, preparo algo para almorzar y nos vamos al parque.

—¡Yupi! —dijo Cata.

—¿Me puedo llevar el balón? —dijo Ciriaco.

—Os podéis llevar una cosa, pero cada uno será el encargado de llevar su juguete, no quiero que a medio camino me toque cargarlos a mí.

—¡Vale! —dijeron al unísono.

Y así hicimos, nos preparamos, yo por si acaso me llevé un tema por si podía estudiar, y salimos de casa los tres con nuestras mochilas. A cada uno le había puesto en su mochila un bocadillo pequeño, una botella de agua y una manzana, yo había echado lo mismo en mi mochila.

Tardamos poco en llegar al parque, ya que no quise alejarme mucho del barrio, por lo que fuimos al parque más cercano. Me senté en un banco, mis hermanos dejaron sus mochilas a mi lado y se pusieron a jugar cerca de mí.

Cuando vi que se hacía la hora de la comida, recogimos y pusimos rumbo a casa. Mi madre me había enviado un mensaje para que pasase por el bar y cogiera la comida para los tres, así que eso hicimos. Ya con nuestra comida, subimos los tres a casa y comimos viendo una película, elegida esta vez por Cata.

Mi idea de llevarlos al parque, había dado sus frutos. Mientras yo recogía la mesa para que ellos terminasen de ver la película, se durmieron. Los tapé con una manta y yo me tumbé en el otro sofá para hacer lo mismo que ellos, dormir la siesta.

—Hija, despierta —dijo mi madre muy bajito.

—Mmmmm.

—Luisi, cariño, son las 6, despierta.

Al escuchar la hora que era, pegué un salto del sofá.

—¿Las 6? ¿Por qué no me has despertado antes?

—Pues porque he subido del bar y os he visto a los tres tan dormiditos, tan a gusto, que me daba pena despertaros. Me he puesto a hacer cosas y se me ha ido el santo al cielo.

—Pero si Cata y Ciriaco no están en el sofá.

—Es que ha tocado la vecina, que estaban sus nietos en casa y como sabes que son muy amiguitos de Cata y Ciriaco, pues se han ido a su casa.

—¿También han tocado el timbre? Ni me he enterado… Bueno mamá, voy a prepararme, que a las 8 tengo que estar en el King’s.

Así hice, me preparé para una noche de karaoke en el King’s. Me duché, me lavé el pelo, me lo planché y me vestí con el uniforme. Me puse un ligero maquillaje y antes de las 8 ya estaba lista.

—Mamá, me voy. Esta noche creo que vamos a terminar también tarde, así que no te preocupes.

—Con eso me quieres decir que mañana ni espere a María e Ignacio, ni te despierte para comer, ¿no?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora