Capítulo 22

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El camino del King’s a casa de Lourdes no fue tan animado como el que habíamos hecho al comienzo de la noche. Amelia y Lourdes apenas hablaron, y yo me dediqué a mirar por la ventana del coche.

Una vez llegamos a la casa de Lourdes, subimos, y nos empezamos a animar un poco.

- ¡Aquí están los cubatitas! Ya veréis que ginebra más buena. –dijo Lourdes.

- A mi me apetece -2 beber más…

- Mateo, ya te lo he servido, por lo menos te lo bebes que esto no es garrafón, seguro que te sienta genial.

- Hazle caso a tu hermana. –dijo Amelia mientras cogía una copa–. Ummm, esto está muy bueno, como se nota que tu padre controla.

- La verdad que sí que está buena.

- Lo ves Mateo, Luisita y Amelia han bebido, venga, no seáis carcas y a beber. –dijo Lourdes cogiendo los dos vasos y acercándoselos a Mateo y Marina.

Nos pusimos a hablar, comentar momentos en el King’s, hasta que Lourdes se levantó y fue al baño. Pasados unos minutos y al ver que no salía, Mateo fue a ver qué le había pasado.

- ¡Vaya tía! Nos come la cabeza para que vengamos a su casa a tomarnos una copa y a la que nos despistamos, ¡se duerme!

- ¿Qué dices? –dijo Marina.

- Sí, sí, mi hermana está en la cama vestida, sin maquillar y con zapatos incluidos, roncando a pierna suelta.

- Es que iba borracha, yo no la conozco mucho, pero vamos a tope iba. –dije riéndome.

- Lourdes es que es muy intensa, yo la he visto en peores condiciones. –empezó a reír Amelia.

- Oye chicas, ahora venimos, que Marina quiere que le enseñe unas fotos de cuando éramos pequeños. –dijo Mateo.

- Claro, claro…

Se levantaron y se fueron del salón.

- Estos dos… Yo creo que tampoco vuelven. –le dije a Amelia.

- Uf… yo creo que no quiero beber más...

- Normal Amelia, si tú también te has venido arriba, como tu amiga Lourdes.

- No es eso, es que llevaba mucho tiempo sin beber. Además, dicen que lo mejor para ahogar las penas del amor es el alcohol, y yo tengo mucho que ahogar.

- ¿La echas de menos?

- Sí y no. Es raro. Echo de menos a mi amiga, porque han sido cuatro años intensos, compartiendo vida, no solo era mi pareja, sino también era mi amiga y quieras o no, cuando eso ya no está, pues es inevitable echar de menos. Además, aquí en Madrid no tengo familia, aunque Natalia y los Ordóñez me han acogido muy bien, se me hace muy raro no ver a Nuria…

- Bueno, nos tienes a nosotros también. –la miré y ella me miró extrañada–. A mí, a mi abuelo, con nosotros puedes contar también.

- Eres muy buena conmigo, ¿lo sabías? –me cogió la mano y empezó a acariciármela.

- ¡Qué va! Soy normal…

- Sí que lo eres. –dijo mirándome fijamente.

- Bueno, si me lo dices así, te creeré.

Nos quedamos unos segundos en silencio mirándonos, hasta que Amelia lo interrumpió.

- Uf…me estoy mareando… –me soltó la mano y se la puso en la cabeza.

- ¿Quieres agua? –me levanté de inmediato del sofá, se había puesto un poco pálida.

- Sí por favor.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora