Capítulo 35

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Quedaba un día menos para hablar con Amelia y mis nervios iban en aumento. La mañana iba pasando tranquila en el bar para ser viernes. Estaba en la cocina preparando la masa de las croquetas cuando mi abuelo me llamó.

—¿Qué necesita, abuelo?

—¡Luisi! Me parece fatal que venga a verte y no me recibas en la barra.

—Claro, Marina, no te preocupes que a partir de ahora me voy a quedar aquí quieta, esperándote, y que las croquetas o las tortillas se hagan solas.

—Bueno, si es por una buena causa me conformaré con tu abuelo —dijo guiñándome el ojo.

—Te he oído —añadió mi abuelo a espaldas de Marina.

—Pelayo, era para ver si estaba atento. Si usted sabe que es mi Gómez favorito. —Se acercó a él y le dio abrazo.

—Eres más zalamera… —murmuré mientras miraba a Marina y sonreía.

—No esperaba menos —dijo mi abuelo mirando a Marina. —Charrita, voy a seguir yo con las croquetas, si necesitas algo, avísame.

—No se preocupe, abuelo.

—Bueno, ¿me pones un café o lo que sea?

Suspiré y fui a prepararle un café.

—Toma, señora.

—¿Qué tal, Luisi? ¿Tienes algo que contarme? Porque un pajarito me ha dicho por ahí que… —Levantó las cejas mientras me miraba.

—¿Qué? —pregunté sonriendo.

—Luisi, te recuerdo que Mateo y Amelia trabajan juntos, y Mateo me cuenta cosas…

—No hay nada que contar, quedamos para cenar y listo.

—Ya… —Se le dibujó una sonrisa enorme en la cara.

—¡Para! —Le tiré el trapo que llevaba en la mano.

—Si no he hecho nada… —Levantó las manos.

—Pero lo piensas, que nos conocemos. Por cierto, tengo que contarte algo —dije mientras me acercaba a ella para que nadie pudiera oírnos.

—¡Lo sabía! ¿Habéis…? ¡Bua! Cuéntamelo todo, porque tiene una pinta de ser en la cama… ¡Uff! ¡Quiero todos los detalles, pero todos! No te dejes nada, ni te dé vergüenza, que nos conocemos.

—¡Marina! ¡Cállate! —Me llevé el dedo índice a la boca para que se callara—. No es nada de eso, céntrate.

—¡Ay, Luisi! Una decepción tras otra, yo así no puedo… —dijo dramáticamente.

—Eres más teatrera… Bueno, te cuento, el domingo he quedado con Amelia para contarle lo del anónimo.

—¿Si? ¿Y eso que se lo vas a contar?

—Pues porque nos estamos haciendo amigas y quiero ser totalmente sincera con ella.

—Me parece genial, Luisi.

—Pero tengo miedo por como pueda reaccionar, no sé, tampoco la conozco tanto como para saber por dónde va a salir.

—Seguro que te entiende, además, lo hiciste, bueno lo hicimos, no me voy a quitar méritos, con toda nuestra buena intención y sin ninguna maldad. Así que yo creo que irá bien.

—Eso espero.

—¡Eso está toˈesperao! Por cierto, ¿se lo puedo contar a Mateo? Que me muero de ganas de contárselo.

—¡Claro! Pero que no le diga nada a Amelia hasta que no hable con ella yo por favor.

—No te preocupes, si has quedado con ella el domingo, se lo contaré yo también el domingo.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora