Capítulo 47

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Con el plan hecho en mi cabeza, ahora solo quedaba que no me pusieran a trabajar esa tarde, ni a cuidar de mis hermanos.

Una vez que los pequeños se habían acostado, hablé con mi madre para comentárselo. Me sabía mal, pero si Cata escuchaba Amelia y mercadillo, seguro que querría venirse con nosotras y aunque me doliese, me gustaría que fuéramos las dos solas. Era la última vez que iba a ver a la morena y quería disfrutarla. Podía sonar egoísta, pero era así.

Mi madre no puso ninguna pega, me dijo que no me preocupase y disfrutase.

El martes no me tocó abrir, pero bajé a las nueve a ayudar con los desayunos. Era el día de la lotería y muchos vecinos del barrio bajan a tomarse el chocolate con churros mientras veían el sorteo. Desafortunadamente no nos tocó nada. Marina me llamó cuando terminó el sorteo y me dijo que era lo más normal del mundo, que las dos teníamos suerte en amores, que no necesitábamos dinero. En esa llamada le conté que había quedado con Amelia y que iríamos al mercadillo de la Plaza Mayor, para que la morena lo viese. Mi querida amiga me advirtió que ni se me ocurriese ir con un jersey navideño de los míos, que tuviera un poco de vergüenza y me arreglase como las personas que van a tener una cita. Yo no sé que tiene en contra de los jerséis navideños, si son de lo más calentitos.

En cuanto comí, me metí a la ducha para que no se echase el tiempo encima. Tenía más o menos pensada la ropa que me iba a poner, vaqueros y algo calentito para estar por la calle.

Cuando estaba recogiendo las cosas de la habitación, Cata apareció como un torbellino.

—¿Dónde vas, Luisi?

—He quedado, peque.

—¿Yo puedo ir contigo?

—Otro día, ¿vale?

—¿Es que has quedado con tu novia secreta?

—¿Quién te ha dicho esa tontería?

—No sé, nadie, pero como no me quieres decir con quién vas, quizás sea secreto, y muchas veces los mayores hacéis eso, ¿no?

Miré a mi hermana y solo pude reír.

—Cata, cariño, tú no te preocupes que, si yo tengo novia, tú serás la primera en saberlo. ¿Quieres?

—¡Sííí! ¿Y quién va a ser tu novia? ¿Puede ser Amelia? Es que a mí me gusta mucho Amelia y quiero que sea tu novia, pero claro, tú también tienes que querer, porque en el cole dicen que no se puede obligar a las personas a hacer cosas que no quieren.

—¡Ay, Cata!

Me acerqué a ella y la abracé. Estaba creciendo demasiado rápido.

—¿Entonces, sí?

—Voy a llegar tarde, otro día si quieres hablamos de tus candidatas a que sean mis novias, ¿vale?

—No son candidatas, es Amelia. —Se encogió de hombros.

—Anda, tira con el abuelo, que por las horas que son, os estará preparando la merienda.

—Vale, pero dame un besito antes de irte.

—¿Uno solo?

—¡No! Muchos besitos.

Conforme dijo eso, me abalancé sobre ella y empecé a llenarle la cara de besitos mientras ella no paraba de reír. Mi objetivo de llenarle de besos se vio truncado por el sonido de mi móvil. Era Amelia comunicándome que iba ya para la plaza.

Me apresuré a terminar de dejar mi habitación lo más ordenada posible, me puse el abrigo, cogí la bufanda, y bajé a toda prisa. Ahí estaba, parada en la plaza, con su abrigo, un gorro que dejaba ver sus preciosos rizos.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora