Capítulo 54

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Mis ojos comenzaron a abrirse debido a la pequeña luz que estaba entrando por la ventana. Intenté darme la vuelta para que no me molestase la iluminación pero cuando quise darme cuenta, el cuerpo de Amelia se encontraba pegado a mí. Así que solo pude girar la cabeza para contemplar la maravilla que tenía a mi lado.

Se la veía tan tranquila, tan feliz que me entraron ganas de besarla, pero no quería despertarla. Me puse a mirar sus labios, esos que llevaba ansiando probar tanto tiempo y que por fin lo había hecho. Su nariz, tan perfecta, los pequeños lunares que tenía.

Las ganas pudieron conmigo y con todo el cuidado del mundo, me acerqué para hacerlo. Me separé tras haber cumplido con mi objetivo y cuando volví a mi posición para continuar mirándola, puso su mano sobre mis lumbares.

—Buenos días, preciosa —dijo con una vocecilla que me hizo sonreír.

—¿Te he despertado?

—Un poquito, pero puedes despertarme otra vez. —Me acercó más a ella.

—Si ya estás despierta, es imposible que te vuelva a despertar, Amelia —comenté sonriendo.

—No, porque mira, tengo los ojos cerrados, así que aún no me he despertado. Además, no me has dicho ni buenos días ni nada. —Hizo un puchero.

—Ah, pues si estás dormida me voy a coger mi móvil a ver qué me ha contestado mi madre para no molestarte —añadí antes de hacer el amago de levantarme.

—¡Oye! ¿Dónde te crees que vas? —preguntó agarrándome de la sudadera.

Sonreí y volví a tumbarme en la cama, muy cerca de ella.

—Buenos días, bonita —dije justo antes de darle un beso.

—Ahora sí que estoy despierta —confirmó abriendo sus ojos.

—¡Qué tonta! —Suspiré mientras la acercaba a mí y la abrazaba.

—Es que en mi casa se hacen las cosas bien, se dan los buenos días, las buenas noches. Educación, cariño —soltó guiñándome el ojo.

—Claro, claro, ahora lo llamas educación.

—Pues sí. —Me dio un beso—. ¿Qué hora es?

—Las diez y cuarto —contesté mirando mi reloj.

—Puf, no quiero levantarme —añadió justo antes de darme un beso y acurrucarse junto a mí.

—Pero tienes que comprar, mañana no creo que abran los supermercados para ti, por muy bonita que seas.  —Al decir eso, sonrió y comencé a darle besos por toda la cara.

—Tengo pocas ganas de salir de esta cama, para qué mentir. —Metió su cabeza en mi cuello dejando un pequeño beso que hizo que se me erizase la piel—. Por cierto, ¿tú trabajas?

En ese momento caí. Yo tenía unas obligaciones que hacer y que había olvidado completamente desde el momento que Amelia me besó.

—No lo sé, debería mirar el móvil porque hoy es sábado y quizás tenga que ir al King’s, ya que lo de ayudar en el Asturiano con los desayunos está más que descartado —declaré haciendo un gesto de obviedad. —Ahora vengo.

Me levanté con muy pocos ánimos y fui a coger el móvil que me había dejado la noche anterior en el salón. Conecté los datos y me llegaron mensajes de mi madre, María y Marina.

Mi madre me había contestado que sin problemas y que la llamase al despertarme, así que, eso hice.

—¡Buenos días, hija!

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora