37- Cambios

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Después de más de una hora en el baño, Elena sale —seguida de Victoria— para mostrarme el resultado del "operativo cambio de imagen". No luce muy feliz; la melena siempre ha sido su motivo de orgullo y, verse obligada a tocarla tanto, la ha dejado con una expresión disconforme.

Solo por animarla, sonrío cuando se para frente a mí.

—Pronto podrás volver a tu color natural —prometo—. Era necesario transformarte en alguien distinto; no podemos arriesgarnos a que te reconozcan.

Tomo de la mesa el par de lentes que compré; los cristales no tienen aumento, pero serán de ayuda para darle otro marco a su cara. Se los entrego y se los prueba.

—Te quedan perfectos —comenta Victoria—. Te hacen ver inteligente y más madura.

Mi hermana menea la cabeza en aprobación, un poco más conforme con su nueva apariencia. Regresa al baño para apreciarse en el espejo y desde allí nos grita que tal vez conserve las gafas al final de todo. 

—Algunos cambios son buenos —dice la rubia, sonriéndole a Elena mientras viene por el pasillo.

—Sí, algunos —responde la otra, tomando un mechón de su pelo y gesticulando para marcar su desagrado.

—Vamos para que te pruebes la ropa que compró tu hermano —le propone la embarazada.

Aprovecho que las muchachas me dejan solo y enciendo el televisor; a esta hora suelen pasar un resumen de las noticias que mostrarán en el informativo.

Dos comerciales después, la novedad me estalla en la cara.

"El juez que interviene en la causa por el incendio del hospital Rawson, ha dado lugar al pedido de familiares para que se acelere la identificación de los cuerpos de los internos fallecidos durante el siniestro y que aún permanecen en la morgue judicial de la vecina ciudad, donde hasta hace diez meses se asentaba la mencionada institución. Ampliaremos esta noticia en nuestro horario central.

Un nudo se forma en mi garganta. Los recuerdos vuelven a poblar mi mente y, por un instante, el presente se desenfoca. Me siento al borde de la asfixia, igual que aquella noche en que el humo y el olor a muerte me cortaron la respiración.

—¡Darien! ¡No voy a ponerme esto! —se queja Elena, saliendo de su cuarto para encararme.

No soy capaz de reaccionar y ella lo nota; o tal vez es la palidez en mi rostro lo que le hace saber que algo no va bien con su hermano mayor.

—¿Darien? —Apura el paso y se detiene a menos de un metro de donde sigo parado como una estatua; se queda viéndome como si me hubiese crecido una cabeza extra—. ¿Qué tienes? ¿Qué pasó?

Inspiro profundo y dejo que el aire escape de mis pulmones lentamente. Recién entonces, giro y trato de encausar toda mi atención hacia ella. 

—¿Estás bien? —indaga Victoria, parada detrás de Elena con cara de preocupación. Asiento, poco seguro de no estar mintiéndole—. ¿Puedes contarnos qué sucede? 

—Es probable que pronto, más pronto de lo que esperaba, todo el mundo se entere de que sigo vivo —anuncio, intentando sonar lo más tranquilo posible.

Ambas muchachas me observan en silencio, esperando quizá que ahonde en detalles. No voy a decir nada más al respecto. No ahora. Necesito pensar, analizar este nuevo problema que acaba de presentárseme y ver qué tanto puede complicar lo que ya tenía planeado.

—Tengo que organizar mis ideas —murmuro, lo bastante alto como para que Elena lo escuche.

Sin esperar a que alguna de las dos haga la más mínima acotación, salgo de la casa. Enciendo un cigarrillo y me siento en el suelo, con la espalda apoyada contra uno de los añosos árboles.

Espejos rotos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora