Doce

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Erwin se levantó mucho antes que el sol. A su lado descansaba la silueta de Dex, se veía tan tranquila que le daba pena tener que despertarla, pero el deber los esperaba.

— Dexi — susurraba cerca de su oído, el silencio de la habitación apenas se veía afectado por las palabras del mayor — Necesitas levantarte — usaba un tono dulce para hablarle a la castaña, quien sólo le respondió con gruñidos cansados.

— No quiero, Erwin — su voz era suave, le respondió sin abrir los ojos. Sabía que quedarse en cama no era una opción, pero aprovecharía los pocos minutos que tenía para reposar. — ¿Qué hora es? — finalmente se decidió a abrir los ojos para mirar al rubio.

En algún momento de la noche se había puesto una camisa y, por lo que parecía la primera vez, su cabello dorado estaba desordenado. Pasó una de sus manos por los mechones que caían sobre la frente del capitán para acomodarlos.

— Deben ser casi las cinco — a través de la ventana aún se podía ver el cielo oscuro.

— ¿Por qué me despiertas tan temprano?

— Debo acompañarte a casa, cariño. Dejaste tus cosas ahí, ¿no es cierto? — el mayor tenía razón, la noche anterior había dejado su uniforme en casa en caso de que Erwin no aceptara su propuesta de pasar la noche juntos. Ahora que tenía que vestirse para la expedición todo estaba en una maleta en la habitación de su infancia.

— Yo iré, no tienes que acompañarme — seguían acostados, cerca uno del otro.

— ¿Por qué nunca me dejas ir contigo? — a pesar de su insistencia Dex nunca lo dejaba acompañarla a ningún sitio.

— Porque soy un adulto y un soldado independiente.

— Pero también eres mi pareja, Dexi — con una de sus manos acunó la mejilla de la menor. A pesar de actuar como una pareja no le habían puesto un título a su relación, escuchar de Erwin que estaban juntos reconfortó a la castaña. — No podría con el cargo de conciencia de dejarte ir sola a casa en la madrugada. — era imposible negarse a las peticiones del mayor, finalmente accedió a ser llevada a casa por el caballero.

Ambos se vistieron, Dex se puso de nuevo el vestido café que estaba usando cuando llegó, antes de salir, Erwin le puso una chaqueta sobre los hombros para evitar que la menor pasara frío.

Los pasillos del cuartel aún estaban desiertos, en menos de una hora estarían llenos de soldados corriendo para reportarse en sus puestos. Iban tomados de la mano, caminando con pasos ligeramente apresurados. Entre el eco de sus pisadas, distinguieron las de un tercero, del lado derecho del camino apareció Levi. El azabache ya estaba uniformado y paseaba por el edificio intentando lidiar con su insomnio.

Caminaban en dirección opuesta, Dex intentó sonreírle y darle los buenos días pero sólo recibió una mirada fría. Levi apresuró sus pasos, dejando atrás a la pareja que no soltó su agarre en ningún momento.

Después de eso, una conversación casual los acompañó hasta su destino. Habían llegado al frente de la casa de Dex, no había ninguna luz encendida indicando que todos adentro estaban dormidos.

— Lamento no haber podido visitarte en tu casa.

— Estabas ocupado, amor — abrazó al mayor por el cuello — Tal vez después de la expedición podremos venir.

— Tal vez — respondió al abrazo de la menor, no podía prometer nada antes de salir de los muros. — Dex — sus ojos se encontraron con los de la menor — por favor ten cuidado allá afuera.

— Todo va a salir bien, Erwin — rozaba la punta de su nariz con la del mayor — No te preocupes por mí.

Se despidieron con un beso lento. Erwin aguardó hasta ver entrar a Dex para alejarse del lugar. Le esperaba un día difícil, implementarían su nueva estrategia en esa expedición y esperaba por primera vez reducir las numerosas bajas de la Legión.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora