Dieciocho

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Erwin había pasado la noche en vela, tentado en varias ocasiones en correr a la habitación de Dex y pedirle apresuradamente que volviera a su lado, pero sabía que debía mantener la compostura y actuar con la cabeza fría.

A primera hora de la mañana, dejó su orgullo de lado y bajó al laboratorio de Hange. Necesitaba un consejo y le parecía que la científica era la apropiada para comentar su problemática situación.

Entró sin llamar a la puerta y se encontró con la mujer inmersa en un par de documentos, por su aspecto asumió que no había dormido en toda la noche. Suspiró y se acercó a ella captando su atención.

— Buenos días, Erwin — dejó de lado las hojas de papel en las que había estado escribiendo de manera meticulosa. — No te escuché entrar.

— Cometí un error. — respondió sin más, estaba sentado en completa serenidad frente a ella.

—¿Uno? — acomodó sus anteojos — Haz cometido varios, incluso tengo una lista.

Hange abrió uno de los cajones y removió el interior hasta encontrar una hoja. Se la extendió al rubio quien la tomó dudoso.

— "Errores de Erwin Smith" — leyó en el mayor — Esto es ridículo.

— Tengo una para todos. — respondió mientras seguía estudiando la lista.

— No tiene sentido, mi cabello luce excelente — la hoja hacía mención sobre su corte.

— Te hace lucir demasiado serio — señaló el cabello rubio de Erwin — Volvamos al punto — le arrebató la lista al mayor y tomó un pluma — ¿Cuál fue tu nuevo error? Dime, para poder ponerlo en la lista.

Erwin se llevó la mano a la sien, completamente arrepentido de haber bajado al laboratorio a hablar con Hange. Pero al haber perdido a su mejor amigo meses atrás, no le quedaba nadie más cercano que Hange para confiar sus secretos.

— Tú sabes de qué hablo — suspiró — alejarme de Dex fue un error.

— Eso ya está en la lista, justo entre olvidar el cumpleaños de Moblit por tercer año consecutivo y no dejarme experimentar en los reclutas.

— Experimentar en humanos es un crimen. Sigues teniéndolo terminantemente prohibido.

— Como sea — guardó la lista de nuevo en su cajón para prestarle atención al rubio. Sentía un verdadero aprecio por él, lo consideraba su amigo cercano, al igual que a Dex. — Yo misma te dije que lo era, meses atrás.

— Ya lo sé — se lo notaba angustiado — Creí que podría tolerar no vivir con ella y seguir mi vida de manera normal, incluso me había mentalizado para poder sobrellevar el hecho de que estuviera con alguien más.

— Pero no pudiste... — terminó la frase de rubio. — Y estás aquí porque esperas que te ayude a acercarte a ella después de haber roto su corazón.

— Sabes que esa no era mi intención. — había intentado no lastimar demasiado a Dex cuando terminaron su relación, pero el daño era simplemente inevitable.

Erwin lo comprendía perfectamente. Había sufrido al tener que alejarse de ella, pero a diferencia de la castaña, había pasado sus peores noches a solas en su oficina. No podía darse el lujo de derrumbarse, era el comandante y por más oprimido que sintiera su pecho no podía abandonar su actitud firme. Su mayor y de momento única debilidad, se paseaba por los pasillos diariamente y la miraba sabiendo que no podía correr a besarle.

— ¿Por qué justo ahora? — Hange entendió los motivos del rubio en el pasado. No recibió una respuesta, Erwin se mantuvo quieto con su postura perfecta, dejando que el cerebro de la mujer frente él maquinaria una teoría. — ¿Te diste cuenta de que alguien más se está acercando a ella?

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora