Seis

1.6K 296 217
                                    


El paso de los años le había permitido a Erwin visitar muchos lugares, desde las ciudades más lujosas y elegantes hasta los pueblos más pequeños y acogedores dentro de las murallas. Había recorrido esas circunferencias de norte a sur en innumerables ocasiones y prácticamente las conocía de memoria.

Había también presenciado los paisajes que adornaban el exterior, pocas personas lo habían visto tantas veces y vivían para recordarlo. De entre las claras imágenes de hermosos panoramas, ninguno le parecía tan sublime como la tenue silueta de Dex Beckett comiendo pastel de fresas.

El rubio, al igual que Dex, también recordaba la primera vez que vio a la castaña y cómo su mejor amigo la presentó como su hermana menor, le pareció desde el principio que era una mujer hermosa pero cayó completamente por ella una noche después de una expedición. Estaban en el comedor enfrascados en una conversación bastante casual cuando Dex se robó su atención con una simple pregunta.

— Erwin, ¿crees que hay más humanos del otro lado de la muralla? —

Compartían la misma inquietud. Por primera vez en años, Erwin habló de su sueño en voz alta, los ojos de Dex lo miraban maravillados completamente absortos en la teoría del mayor. Pasaron la noche hablando animados sobre todas las posibilidades que se escondían al otro lado de las altas murallas. A partir de ese momento comenzaron a pasar mucho tiempo juntos, casi siempre acompañados por Dillon.

Durante casi dos años le había dedicado miradas discretas a la menor y estaba fascinado por todas sus facetas. La había visto llorar desconsoladamente al perder compañeros pero también reír hasta las lágrimas en reuniones casuales de la Legión. Había presenciado también el semblante serio que la acompañaba en las misiones, como se movía con tanta gracia y habilidad con su equipo de maniobras para deshacerse de los titanes con movimientos certeros.

— ¿En qué piensas? — preguntó la menor con voz dulce. Erwin se había quedado en silencio durante un par de minutos.

— En todo lo que nos ha traído hasta aquí — respondió. Al otro lado de la pequeña mesa Dex se había terminado su porción del postre y lo miraba alegre. Su conversación había estado fluyendo de forma amena, se sentía natural y cómodo hablar con el otro, solo se habían quedado callados en los minutos que Erwin se dedicó a recordar los momento con la mujer frente a él. — Ven aquí un momento — se puso de pie y caminó hasta la menor ofreciéndole su mano.

Dex la tomó sin dudar y se detuvo frente a él, sus botas le regalaban unos centímetros extra de altura, pero el rubio seguía siendo mucho más alto que ella. No había soltado su mano y Erwin tiró de esta para acortar la distancia que lo separaba. Posó su mano libre en la espalda baja de Dex, imitando la posición que las parejas usaban para bailar.

— Dexi — sostenía a la menor como si tuviera en sus manos el tesoro más valioso de la humanidad, el apodo endulzaba los oídos de Dex quien acercaba su cabeza al pecho de Erwin. — Hueles a lavanda — bajó su cabeza hasta alcanzar el cabello castaño que se recargaba sobre él y aspiró su aroma, además de la lavanda encontraba la esencia natural de Dex.

La menor separó su mejilla del pecho de Erwin para poder mirarlo, una sonrisa se dibujaba en sus labios por el hecho de que había notado su nuevo jabón.

— Compré un jabón aromático en una perfumería de la capital — lo contaba emocionada por su nueva adquisición, aquellos productos no eran accesibles y había ahorrado especialmente para ese artículo.

— Ya veo — de nuevo se permitió oler el aroma fresco que desprendía — me agrada tu nueva fragancia.

— Gracias, Erwin — respondió con un leve rubor. Hablaban en voz baja sin llegar a susurrar, estaban quietos sobre sus pies, perdidos en los ojos del otro.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora