Cuarenta y dos

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La marcha de regreso había sido tan lúgubre como se esperaba, habían regresado con grandes pérdidas luego de haber pasado cuatro días fuera de las murallas. Una vez más, la Legión tenía que marchar bajo miradas de desprecio y reproche.

Dex avanzaba apretando la riendas innecesariamente fuerte, escuchaba los pasos de su caballo y los murmullos de los ciudadanos que los miraban regresar debilitados. La atmósfera pesada solo se interrumpía por los reproches dolorosos de las familias que no encontraban a sus hijos, hermanos o padres entre las filas.

La capitana le temía a los ojos de las personas que veían en ellos la esperanza de la humanidad, a pesar de haber ganado popularidad tras la caída de la muralla, la Legión de Reconocimiento aún cargaba sobre sus hombros la expectativa de salvarlos a todos.

Marcharon cabizbajos todo el camino hasta la capital, con pausas cortas y solemnes, hablando apenas lo necesario. No había habido una expedición con tantas bajas en los últimos años, los humanos seguían perdiendo ante los titanes.

La primera ducha luego de volver lavaba el polvo y la sangre, también parte del dolor que sentía la capitana. Bajo el agua apenas tibia Dex se despojó del estado de alerta que le exigía su puesto, el aroma a muerte se reemplaza por lavanda, Erwin se había encargado de que siempre hubiera jabones especiales para Dex.

Salió del húmedo baño, vestida en su pijama. Debían ser casi las tres de la mañana, al llegar se había pasado horas frente a su escritorio, firmando reportes y redactando el propio. Junto a otros capitanes, era de las últimas en irse a dormir y de las primeras en levantarse cada mañana. Pero aún más que ella y cualquiera otro al mando, estaba el comandante, que apenas y cerraba los ojos al volver de una expedición.

Compartían una habitación en los cuarteles de la capital, pero esa noche la capitana estaba sola, sabía que Erwin estaba ocupado, pero sentía que solo podría descansar tranquilamente en la seguridad de los brazos de la mayor.

Se quedó dormida sobre el colchón espacioso, por una vez, su subconsciente la premió con una noche libre de pesadillas. Pero el privilegio duró solo un día, en cuanto su cuerpo recuperó energía lo único que veía al cerrar los ojos eran los cadáveres de sus compañeros. El rostro sin vida de Armin la hacía despertar con la respiración agitada.

Pasó una semana desde que regresaron de la expedición y las cosas comenzaban a tomar su ritmo normal, pero Dex apenas había visto a Erwin en esos días, el comandante, además de estar ocupado, estaba recluido en su oficina.

— Capitana. — la voz de una de las reclutas la hizo salir de sus pensamientos.

— ¿Qué sucede?

— ¿Está bien? — no quería parecer entrometida, pero había estado llamando a la castaña durante un rato hasta que finalmente le puso atención.

— Sí, todo está bien. — se llevó la mano a la sien con movimientos lentos. — ¿Qué necesitas? — le regaló una sonrisa débil a la menor.

— El capitán Mike envió esto para usted. — le entregó una carpeta con la inconfundible caligrafía del mayor. — Me pidió que le dijera que era urgente.

— ¿Estás en su escuadrón? — preguntó mientras leía.

— No, solo he estado como asistente en los entrenamientos.

— Ya veo. — murmuró.

Era un plan de entrenamientos conjuntos, estaba su escuadrón, el de Mike y el de Levi. Proponía ejercicios y rutinas pesadas y explicaba la importancia de mejorar en el campo. La firma de los dos mayores ya estaba en el documento, solo faltaba la suya para hacerlo oficial.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora