Treinta

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Erwin había dejado de manera intencional las cortinas abiertas y los primeros rayos de sol no tardaron en golpear el rostro de Dex. La capitana se cubrió los ojos con las manos intentando evitar la inminente hora de levantarse. El reloj marcaba las ocho de la mañana. Dex recordaba que Erwin le había dicho que habría una reunión a las nueve y si no se ponía de pie en ese momento llegaría tarde.

Arrastró los pies hasta las duchas y lavó su cuerpo bajo la lluvia artificial. El agua apenas tibia la ayudó a despertar y en cuanto estuvo vestida en su uniforme se dirigió con prisas a la oficina del comandante.

Llegó justo a tiempo y tomó asiento en la mesa circular que usaban para las reuniones. Al otro lado de la mesa, Erwin le sonrió disimuladamente y comenzó a explicar los detalles que revisarían esa mañana.

Los planes para el invierno eran los menos pesados del año, el clima no permitía salir de las murallas y la intensidad de los entrenamientos se reducía. El comandante mostró una lista detallada de planes y repartió diferentes tareas antes de concluir la reunión de capitanes.

— ¡Dex! — mientras salían de la oficina de Erwin, Mike la detuvo. — ¿Seguiremos entrenando juntos? —tras la pérdida de la mitad de sus miembros, el escuadrón de Dex se había unido al del rubio en las prácticas dentro de las murallas.

— Hola, Mike. — lo saludó con una sonrisa. Ambos tenían sobre ellos un poco de resaca por la noche anterior pero se presentaban a su deber sin excepciones. — Tal vez no todos los días. Dos escuadrones completos son muchas personas, pero podemos organizar circuitos de entrenamiento.

— Excelente. — palmeó el hombro de la menor. — Me da gusto saber que vuelves a trabajar con tu escuadrón. Lo harás bien. — le sonrió dándole ánimos.

— Gracias. — respondió en voz baja con un tono alegre.

— Muy bien, Dex. Tengo que irme ahora. — el rubio se despidió con la mano y se fue en camino a encontrarse con su escuadrón.

La capitana hizo lo mismo, y no tardó en encontrarse con los rostros animados de sus subordinados. Tenía a cinco cadetes bajo su mando y todos la respetaban y admiraban.

— Buenos días, soldados. — los saludó con energía.

Sus miradas expectantes la motivaban a dar lo mejor de sí misma para preparar a su escuadrón.

Corrió y entrenó resistencia física durante la mañana. Le gustaba ejercitarse cuando el clima era fresco, después de un rato ya no sentía nada de frío y se sentía energizada, casi parecía que no había pasado la noche bebiendo.

Luego de una rutina de acondicionamiento, Dex fue al comedor con su escuadrón por un merecido descanso. Estaba cerca la hora de la comida y mientras esperaba, charlaban amenamente en una de las mesas del lugar.

— Fue un entrenamiento intenso. — comentó Theo mientras bebía agua.

— No es así todos los días. — aseguró la capitana. — Quería probar su resistencia.

— ¿Y qué tal lo hicimos? — preguntó Helena.

— Bastante bien, estoy sorprendida. — sus subordinados sonrieron bajo el elogió de su capitana. — La primera vez que hicimos ese circuito Max vomitó.

— ¡Capitana! — protesto la mencionada en un puchero.

— Lo siento. — respondió con una risa ligera. — Has mejorado muchísimo.

Aquel comentario pareció calmar a Maxine, pues siguieron con su conversación de forma tranquila. Cuando la pequeña rubia terminó de comer, se puso de pie para rellenar la jarra de agua fresca que compartían en la mesa.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora