Treinta y dos

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Nunca me imaginé a mi misma escribiendo una carta de amor. Siempre creí que esto solo lo hacían los personajes de las novelas de amor que leía cuando tenía catorce años, pero ahora mismo, con el corazón acelerado, sentí un impulso de sentarme y escribirte palabras de amor.

No estoy segura de cuál es la manera correcta de escribir un mensaje romántico, pero me gustaría tener un gesto de pareja clásica. Para ti es demasiado fácil, todo lo que haces es propio de un caballero y me hace sentir especial.

Aún recuerdo la tarde en que nos conocimos hace un par de años. En ese momento no podía imaginarme cómo sería estar en tus brazos y ahora que finalmente lo he experimentado pienso que debimos haber comenzado una relación mucho antes. Varias veces estuve a punto de declararte mis sentimientos, incitada principalmente por Hange, pero me aterraba que no ser correspondida. Me emociona pensar que finalmente estamos juntos, suena meloso pero me siento en esa nube propia de los enamorados.

Esta noche, susurraste que desearías poder dormir a mi lado por el resto de tu vida, imagino que pensaste que estaba dormida y no me daría cuenta, pero lo escuché perfectamente. Yo también lo deseo.

Lamento no haberlo dicho en ese momento, pero cuando regresemos de la expedición y leas esta carta podrás saber que me siento de la misma forma. Estamos a un par de horas de salir de la seguridad de los muros, pero no tengo miedo. Estaremos bien.

No puedo esperar a volver y dormir acunada en tus brazos después del arduo trabajo que la vida que escogimos nos exige.

Una vez dicho en voz alta, se siente más natural decirte que te amo. Verdaderamente lo hago y aunque no soy nada buena en las palabras escritas creo que esta es una forma de expresarlo. Este lado tan romántico de mi le pertenece solamente a la pluma y al papel, pero no te preocupes, tengo toda una vida para escribirte cartas de amor.

Siempre tuya,

Dextra Beckett.

Levi terminó de leer la carta y dobló la hoja, dejándola justo como la había encontrado. Pensó en ponerla de vuelta entre las páginas del libro del cual se había caído, pero después de meditarlo por unos segundos, se la guardó en el bolsillo.

Su habitación se había empolvado luego de varias semanas vacía. Luego de la última noche que había pasado con Dex, el azabache había vuelto a su cuarto. Estaba aprovechando su tiempo libre para ordenar y sacudir cada rincón del lugar y entre los objetos de su mesa se encontraba un libro de pasta azul que le pertenecía a la castaña, lo había tomado prestado con la excusa de distraerse, pero no lo había no hojeado hasta ese día.

Incapaz de volver a concentrarse en su tarea de limpieza, salió de su habitación y con paso apresurados llegó a la oficina de Dex. Entró sin anunciarse y se encontró con la capitana sentada en su escritorio. La miró con detenimiento, lucía cansada y las bolsas bajo sus ojos delataban que no había dormido bien, ella le devolvía la mirada con notable molestia. Levi había estado evadiendo a la menor y ahora entraba a la oficina donde la capitana había pasado las últimas noches en vela.

— Es Dextra. — el azabache habló sin rodeos.

— Me has estado ignorando durante cuatro días, Levi. — su voz sonaba rota. — ¿Y ahora entras aquí y solamente dices "es Dextra''?

— Tu nombre es Dextra.

— ¡Sí lo es! — la angustia se había convertido en enfado. — ¿Qué tiene de importante?

— ¿Por qué nunca me lo dijiste?

— No lo sé, Levi. — estaba cansada, física y emocionalmente. — No tiene relevancia.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora