Cuarenta y cuatro

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No era raro ver a los soldados pasear por la capital en sus días libres, andaban por las calles como ciudadanos despreocupados, en prendas casuales, disfrutando de los escasos momentos de paz que tenían. Aquella tarde, Dex Beckett y Maxine Horvat, quien había tomado el apellido de su esposo, paseaban por las tiendas.

— Creo que deberías comprarlo. — Maxine tenía un vestido aperlado entre las manos y se lo estaba mostrando a su amiga castaña. — Queda bien con tu tono de piel.

— No lo sé, Max. — tomó el vestido para analizarlo con delicadeza. Era de tela elegante y de textura suave. — No es realmente mi estilo. — lo dejó de nuevo sobre los estantes de ropa. — Además, no creo que vaya a tener muchas ocasiones para usarlo.

— No has comprado nada. — la rubia llevaba un par de bolsas con prendas y otros artículos que había adquirido en la capital. Entre ellos, llevaba corbatas para River y perfume de vainilla.

— Es que justo ahora no necesito nada. — lo único que compraba con frecuencia era su jabón de lavanda, pero ahora el comandante se encargaba de que siempre hubiera en la habitación que compartían. — ¿Por qué no vamos a comer algo?

La rubia aceptó y se dirigieron a una linda cafetería cerca de la plaza central. Hablaron sobre la nueva vida de casada de Max y de lo incómodo que había sido reencontrarse con Agnes luego de tanto tiempo. Disfrutaban de sus bebidas frescas olvidando por algunos momentos que al día siguiente las esperaba entrenamiento intenso.

— Dex. — Max la llamó con una expresión nerviosa.

— ¿Qué sucede? — preguntó con genuina curiosidad. Max se había vuelto su amiga más cercana, pasaban mucho tiempo juntas dentro y fuera de las filas de la Legión.

— Hay algo que quiero decirte.

— Dime.

La rubia suspiró y miró a la capitana frente a ella con una sonrisa brillante.

— Voy a tener un hijo. — exclamó.

— Max ... — la rubia esperaba una reacción más alegre de su amiga, pero Dex lucía preocupada en lugar de emocionada. — ¿Cómo...?

— Bueno, cuando dos personas se quieren mucho...

— No, conozco el proceso. — la interrumpió. — ¿Está embarazada? — preguntó solo para eliminar cualquier duda.

La rubia asintió con movimientos lentos, sintiendo la realidad de la situación al admitirlo por primera vez a otra persona.

— ¿Ya se lo dijiste a River? — continuó la capitana. Max negó con la cabeza sin atreverse aún a hablar en voz alta. — ¿Cómo esperas que reaccione?

— Espero que mejor... — murmuró.

— Max. — dejó escapar con un suspiro. — ¿Cómo te sientes tú?

— Yo estoy... feliz. — sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba.

— ¿Feliz? — preguntó la capitana comenzando a sonreír también. La rubia asintió efusivamente. — Muy bien, ¡entonces yo también estoy feliz!

Maxine suspiró aliviada y alcanzó las manos de su amiga sobre su amiga. Dex era la primera persona a la que se lo contaba y le aterraba una reacción negativa.

— ¿Hace cuanto lo sabes?

— Casi un mes.

La rubia le contó de sus sospechas y cómo había ido a buscar a un médico fuera de la Legión para obtener una respuesta, los doctores del cuerpo militar tendrían que informarle a su superior y no quería que Dex se enterara a través de un documento en su escritorio.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora