Diecisiete

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Dex entró al cuartel justo cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, su respiración estaba agitada. Había corrido hasta el edificio huyendo de su encuentro con Erwin. Habían pasado cinco meses de su última discusión en la oficina del rubio pero sintió su latidos acelerar cuando estuvo frente a él.

La castaña estaría mintiendo si dijera que se había olvidado de Erwin por completo, algunas veces se aparecía por sus sueños o le regalaba sonrisas tímidas desde su mesa en el comedor.

— Luces como si hubieras visto un fantasma.

— Tú luces como si algo hubiera explotado en tus narices. — Hange se acercó a ella con la ropa llena de ceniza y el cabello de puntas.

— Tuve un pequeño problema con un experimento — intentó acomodar los mechones que cubrían su rostro — Pero por lo menos ya tengo la medida de aceite correcta.

La menor rió mientras intentaba peinar con los dedos el cabello de Hange. Dex estaba profundamente agradecida con la mayor, la había acompañado después de la muerte de Dillon y la ruptura con el comandante.

— ¿Por qué estás tan nerviosa? — parecía que nada ni nadie podía engañar a los ojos curiosos de la científica.

— Acabo de ver a Erwin — respondió en voz baja. Los labios de Hange formaron una perfecta "o".

—¿Hablaron?

— Muy poco — contuvo una sonrisa al recordar cómo había salido corriendo de la tienda — huí antes de que pudiera seguir hablando conmigo.

— ¿Dónde lo viste?

— ¿Recuerdas la pequeña tienda de la ciudad que visitamos hace algunas semanas? — Hange asintió — Pues fui a recoger algo antes de volver y Erwin entró a la tienda, supongo que también había pedido algo.

— ¿Lo compraste? — la menor asintió repetidamente sonriendo.

— Espero que le guste.

— Creo que no le ha gustado nada en su vida — pasó su brazo por los hombros de la menor cuando comenzaron a caminar en dirección al interior del edificio. — Nada que no seas tú. — añadió con tono juguetón.

— No tengo idea de que hablas — respondió Dex caminando con su amiga.

— ¡Oh, vamos! Parece que eres tú la que necesita anteojos. — Decidió ignorar el comentario de la mayor y seguir su camino por los pasillos del cuartel.

Tenía que cumplir con su entrenamiento así que pasó el resto de la tarde en el campo, se sentía bastante confiada de su estado físico, había ganado algo de peso, que con el ejercicio que exige la vida en la Legión, había resultado en un bonita figura.

Era fácil quedar embelesado viendo a la Beckett pero no cualquiera se atrevía a acercarse, una veterana que cargaba con rumores de haber enamorado al comandante era una apuesta demasiado alta para los nuevos reclutas que se empujaban con torpeza para acercarse a hablar con la mayor.

— Tu club de admiradores no deja de verte. — Dex estaba terminando su ejercicio cuando la voz de un rubio la distrajo.

— No tengo un club de admiradores — le respondió a Mike rodando ligeramente los ojos.

— Claro que lo tienes, yo mismo soy un miembro honorifico — recibió un leve golpe en el hombro por parte de la menor — Estoy bromeando, Dex.

Mike Zacharius se había vuelto cercano al grupo de la castaña en los últimos meses. El rubio había sido amigo también de Dillon por lo que tenía un especial aprecio por la Beckett. Después de que Dex rechazara amablemente su invitación a una cita, se había limitado a construir una amistad con ella.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora