Treinta y cuatro

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Grisha Jaeger vivía una vida bastante tranquila.

Era una mañana cálida de junio, los primeros días de verano llegaban a Shiganshina y las rutinas de todos en el distrito avanzaban con normalidad. El doctor Jaeger estaba disfrutando de una taza matutina de té en compañía de su esposa, pero la calma de su desayuno se vio interrumpida por su hijo abriendo la puerta de golpe con los ojos llenos de lágrimas.

— ¡Papá! — Eren entró corriendo y tomó el brazo de Grisha para que se levantara de la silla. El pequeño estaba claramente alterado. — ¡Necesitas ayudarme! — continuó tirando del abrigo de su padre. — ¡Tienes que venir ahora!

— Eren, ¿qué sucede? — estaban acostumbrados a la gran energía del niño, pero su actitud esa mañana comenzaba a preocupar a los mayores. El doctor se había puesto de pie e intentaba descubrir que preocupaba a su hijo.

Mientras Eren seguía llorando y arrastrando a su padre, Mikasa entró por la puerta abierta. Carla Jaeger miró a la azabache pidiendo que le explicara qué era lo que había sucedido.

— Le rompió el brazo a un soldado de la Legión de Reconocimiento.

Miraron al niño perplejos, las lágrimas comenzaron a resbalar con más intensidad por las mejillas del pequeño.

— Eren... — Grisha miró a su hijo preocupado. — ¿Qué fue lo que pasó?

— Fue un accidente. — explicó tallándose los ojos húmedos. — Tienes que venir a ayudarla, tú eres un doctor.

Grisha y Carla se miraron preocupados. Más de una vez Eren se había metido en problemas, lastimándose a él mismo o a otros. Pero un incidente con un miembro de la milicia podría ser problemático.

— Ve con Eren. — habló la madre del menor. — Mikasa y yo los alcanzaremos en un rato.

El doctor asintió y salió de su hogar acompañado de su hijo, caminaron en silencio y Grisha siguió a Eren hasta la entrada de la casa de Armin. Se encontró con cinco soldados uniformados, vistiendo las Alas de la Libertad. Tres de ellos estaban de pie cerca de la entrada mirando a la soldado sentada en las escaleras, la mujer tenía el rostro recargado en el pecho de su compañero mientras se sostenía el brazo. Junto a ella, vio al amigo rubio de su hijo que se acercaba con cautela a la capitana.

— Dex. — Armin llamó a su prima. — Eren trajo al doctor Jaeger.

Al acercarse pudieron escuchar claramente los sollozos de la castaña. Dex intentaba respirar con calma mientras apretaba la mandíbula, su mano derecha sostenía con un ligero temblor su hombro izquierdo. Tenía la cabeza en el pecho de River, quien intentaba asistirla.

Mientras Eren había ido a su casa a buscar a su padre, Maxine había corrido hasta el cuartel para llamar a un médico de la milicia. La pequeña rubia también se había tomado la libertad de avisar al comandante de la reciente lesión de la capitana.

— Es la capitana Dex Beckett. — le susurró Eren a su padre.

El hombre de lentes se acercó con cautela a la capitana, la mujer estaba claramente bajo mucho dolor físico. Suspiró al recordar que su pequeño hijo había causado aquel problema.

— Capitana, soy el doctor Jaeger. — se agachó hasta la altura de la capitana que estaba sentada. — ¿Puedo echarle un vistazo a su brazo?

La castaña asintió y se giró para que el médico pudiera revisarla. Mientras tomaba el brazo de la capitana, una doctora uniformada llegó junto a una soldado rubia y el mismísimo comandante de la Legión de Reconocimiento.

Los médicos intercambiaron un par de palabras y se concentraron en la lesión de la capitana. Erwin buscó los ojos de Dex y se encontró con un rostro enrojecido por el llanto.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora