Veintiuno

1.4K 241 346
                                    

Habían pasado tres días desde la noche de su cumpleaños y la rutina de Dex había vuelto a la normalidad. Lo único que había cambiado era que ahora no podía pensar en Levi sin sentirse nerviosa, recordaba perfectamente cómo se sentían los labios del azabache sobre los suyos. Pero cuando divagaba entre recuerdos con Levi, aparecían entre sus memorias los tulipanes de Erwin.

Sacudió la cabeza para despejarse, estaba corriendo junto a su escuadrón en un entrenamiento matutino, a pesar de que ahora se enfocaban principalmente en la experimentación bajo la dirección de Hange debían mantenerse en forma.

— ¡Dex! — la llamó su líder de escuadrón.

Se alejó de la pista de ejercicios para llegar hasta la científica quien, como siempre, la esperaba con una sonrisa. La castaña se sentía ligeramente culpable por no haberle contado a Hange sobre lo que había pasado con Levi algunas noches atrás, pero es que ni siquiera ella misma estaba segura de que había significado.

—¿Qué sucede? — respondió

— Necesito que vayas a la oficina de Erwin en cuanto termines — Dex la miró con una ceja levantada. Hange no la había enviado a ver al comandante en meses.

— ¿Para qué? — si su capitana no fuera también su mejor amiga no se atrevería a cuestionarla.

— No puedo decirte justo ahora. — la castaña suspiró y asintió — Deberías tomar una ducha antes de ir. Solo no te demores mucho.

— Está bien. — respondió con cierta duda en su voz.

Dex no pudo adivinar qué era lo que estaba causando que Hange actuara tan extraño, más allá de su comportamiento peculiar esa mañana lucía particularmente diferente. Intentó no darle demasiadas vueltas y continuar con su entrenamiento.

La vida de soldado les exigía a todos una excelente condición física y Dex Beckett cumplía a la perfección con este requisito. A pesar de quedarse atrás en la fuerza física, destacaba en la velocidad y agilidad, además de poseer un gran talento para elevarse con el equipo de maniobras.

Terminó su ejercicio de esa mañana justo antes del mediodía. La brisa otoñal la refrescaba mientras se dirigía a las duchas para cumplir con lo que Hange le había indicado, aún no sabía que la estaría esperando en el despacho del comandante.

Recorrió los pasillos oliendo a lavanda y con el cabello húmedo después de un baño refrescante, vestía su uniforme impecable mientras caminaba hasta la oficina de Erwin. Al llegar, llamó a la puerta y pudo escuchar que había más de una persona dentro de la habitación.

— Adelante. — indicó el comandante.

Dex entró encontrándose con Erwin, Hange, Mike y otro de los capitanes de la Legión.

— Dex, llegas justo a tiempo. — le dijo Hange desde una de las esquinas.

—¿Qué sucede? — preguntó la castaña ante la peculiar situación.

— Toma asiento, Dexi. — a Erwin parecía importarle poco que hubiera otras personas en la habitación y se dirigió a ella con el dulce apodo. — Permite que te explique.

La menor asintió y se sentó frente al escritorio del comandante, el la silla junto a ella estaba Mike quien le sonrió en cuanto tomó asiento a su lado.

— Sabes que la Legión de Reconocimiento ha estado recibiendo nuevos miembros — comenzó a explicar Erwin — y que para explotar al máximo las nuevas oportunidades los veteranos deben dirigir y pasar su conocimiento a los nuevos soldados.

En el pasado, Dillon había sugerido que Dex participara como capacitadora y guía de nuevos reclutas, por lo cual estaba familiarizada con instruir a novatos. A pesar de que no le entusiasmaba tener que pasar su tiempo entrenando a reclutas estaba lista para tomar el puesto si el comandante lo solicitaba.

Una Probada de HumanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora