Un valiente y nuevo mundo

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Voldemort había caído.

Una alegría vacía inundaba el ambiente. Si bien era un consuelo saber que aquel siniestro mago estaba muerto, era imposible no lamentarse por los héroes caídos.

Familias rotas, el castillo en ruinas y gente herida era el panorama inicial de esa nueva era de paz.

Harry se había ido lejos de todo aquello con tal de aclarar sus ideas, las cuales formaban un maremoto en su cabeza...

Remus, Nymphadora, Snape y Fred en la batalla; Moody y Dobby durante la guerra; Sirius, Dumbledore, Cedric y quién sabe cuántos antes de que siquiera iniciara. Y eso sin contar a los alumnos, de su misma edad o menos, que habían sacrificado sus vidas con tal de luchar junto a él.

Los Weasley, a quienes les debía tanto, debían odiarlo en ese momento, en especial George por la pérdida de su gemelo. En especial Ron, quien era su hermano del alma y a quien tanto le había hecho daño esos meses. A sus padres, a quienes les tocó enterrar a un hijo...

Teddy, quien apenas llevaba unas semanas de vida, ya se hallaba solo y desamparado en el mundo. Ese niño sería como él, crecería sin el amor de sus padres...

La culpa lo carcomía internamente. ¿Por qué no él en vez de todos ellos?

Todo el peso de esas muertes reposaba sobre sus hombros.

Y, por último, pero no menos importante, estaba Ginny.

Ginny, una de las razones por la cual todavía seguía con vida, debía odiarlo en ese momento.

Le dolía en el alma el solo hecho de pensarlo, a pesar de que ella estaría en todo su derecho de hacerlo. Quizás tan solo ese fugaz beso que le había dado al saber que sus vidas podrían acabar pronto era lo único que le daba esperanza de que, tal vez, ella lo seguía queriendo.

Aunque eso había sido antes de la muerte de Fred. Ahora, nada era seguro.

Necesitaba descansar de todo ese desastre, así que decidió ir a lo que quedaba de lo que había sido su dormitorio durante varios años. Ignoró los intentos de los demás por llamar la atención, preguntándole una y otra vez sobre que se tenía que hacer. ¿Quién lo había nombrado jefe de repente? ¿Es que nadie notaba que él tampoco tenía idea de qué hacer?

El deseaba aislarse, que le perdieran de la vista pública, aunque sea por unas horas. Quería pensar en que iba a hacer, y más que nada, en que lo que le iba a decir a su preciada Ginny en cuanto la viese, pues en algún momento tendría que encararla y sabía que un "Hola, te extrañe y lamento haberte dejado sin despedirme..." no bastaría para convencerla de que aun la amaba, mucho menos para perdonarlo.

Por lo que se sintió a morir al darse cuenta de que, en la ya muy destrozada sala común de Gryffindor, se encontraba justamente su pelirroja, quien ni se inmuto ante su presencia.

Parecía muy serena, y contemplaba lo que parecía ser una fotografía vieja. Unas cuantas lágrimas parecían querer asomarse de sus ojos hasta que se percató de que ya no estaba sola. No parecía enojada, pero él hubiese preferido verla hecha una fiera a como estaba ahora. Le dolía verla en un estado tan vulnerable y le desesperaba sentir que él había ayudado a hacerla sufrir. Algo debió cambiar en su expresión, pues mientras que esos amargos pensamientos cruzaban su mente, Ginny frunció el ceño.

-Ni se te ocurra pedir disculpas, Potter. Estoy harta de que la gente sienta lástima por mí. Ven aquí- dijo indicándole que tomara asiento con ella. Él lo hizo, sin saber realmente que debía de hacer, ¿Estaba molesta o no? La vio temblar por el frío, así que decidió abrazarla por los hombros, haciendo que ella se acurrucada en su pecho mientras suspiraba.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora