Regalos

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- ¿Seguro, Neville? Tus tíos y primos no tardan en llegar...

-...Y yo no pienso tardar mucho, pero si quiero pasar, aunque sea solo un rato, con mis padres en Navidad...

- ¿Te acompaño?

-Si quieres, pero no es necesario. No quiero entretenerte de lo que estás haciendo...- miró los platos e ingredientes flotando en la cocina-. Prometo lavarlo todo...

-...No te preocupes, a mí se me ocurrió invitarlos a almorzar...-suspiró, deteniendo un poco el frenético movimiento en la cocina para acercarse a despedirlo-. Te estaremos esperando. Ten cuidado-él asintió, dejándose abrazar antes de meterse a la chimenea y tomar la red Flu al hospital.

Neville no culpaba a su abuela: debía ser doloroso no ser reconocida por su propio hijo. A él le dolía que su papá no lo reconociera, por más que se esforzaba en fingir que no para no agobiar a nadie. No era su culpa, después de todo.

Los sanadores creían que su estado se debía a que, con tal de defender un poco a su madre durante el ataque, Frank tomó mucha más tortura que Alice, al grado de dejarlo hueco.

Su mamá al menos tenía noción de tener un hijo, y de que él era ese hijo, por más que no encajase con lo que ella recordaba: a un bebé de apenas 1 año. Su papá no tuvo la misma suerte. No era malo con él, pero no lo reconocía. Él solo recordaba, y a duras penas, a Alice, su esposa, y era porque la tenía siempre al lado...

No reconocía a ningún Longbottom, ni a su propia madre, ni a su único hijo. No, no podía enojarse con él. Le daba infinita lástima, pues sabía que justamente terminó así con tal de salvarlos.

-Feliz Navidad, Neville- Henrietta, una de las sanadoras que recordaba de siempre, lo saludó con cariño-. Toma, hace frío- le ofreció un chocolate caliente a la vez que le tendía un pañuelo. Él agradeció que no hiciera comentarios sobre las pocas lágrimas que se le habían escapado mientras recordaba. Supuso que su trabajo en esa ala tan deprimente de San Mungo la había hecho prudente.

-Gracias. No hay mucha gente aquí...

-...Me temo que no muchos quieren pasar las fiestas con sus enfermos. Tus padres tienen suerte de tenerte, de tenerlos a todos. Son una familia encantadora- él volvió a agradecer antes de seguir su camino.

Alguien había tenido la gentileza de adornar el ala y los cuartos para las fechas, y no tardó en llegar a la sala común, donde no se sorprendió de encontrar a sus padres, quienes con el pasar de los años se habían vuelto un poco más sociables, siendo que antes apenas salían de sus habitaciones.

- ¡Feliz navidad! - quiso agregar "mamá", pero no se atrevió. Alice tardó un poco en girarse a verlo, sonriendo suavemente al reconocerlo. Le indicó que se sentase junto a ellos con un gesto y Neville no tardó en obedecer-. Gracias...- sonrió al recibir el reglamentario envoltorio de chicle de cada visita. Los guardaría junto al resto.

Frank, quien "leía" distraídamente un periódico viejo, despegó la vista del mismo después de unos minutos. Neville lo encontró extraño, pues casi siempre lo ignoraba mientras hablaba con Alice. El hombre parecía confundido, y rápidamente apuntó a una de las fotos en el diario, antes de volver a apuntarlo a él. Neville miró y se sorprendió de verse en una foto, tras la batalla de Hogwarts, poco antes de los entierros. Se la habían tomado desprevenido, mientras platicaba con Harry y Luna. Alice también pareció sorprenderse al verlo, pero él solo se encogió de hombros, quitándole importancia.

- ¿James? – fue lo primero que dijo Alice, apuntando a Harry. Neville negó con la cabeza, suavizando la voz.

-No, mamá, él es Harry. Es hijo de James...-explicó con calma, esperando no alterarla. Ella solo asintió, pero parecía igual de confundida.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora