"Cuida a tu hermano"

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-T'inquiète pas, ça va aller. Désolé, mais je dois raccrocher. Je t'aime, maman. A bientôt, j'espère- Fleur terminó de despedirse de su madre antes de colgar, suspirando.

Si bien su casa era casi en su totalidad tradicionalmente mágica, aquel artefacto non-magique la había acompañado desde su llegada al país, pues le era más práctico para hablar con sus parientes, quienes a pesar de ser brujos también apreciaban las comodidades de los inventos "muggles", como su William y su gente los llamaban. La palabra aun le parecía graciosa, por más que se usara en contextos serios cotidianamente. Non-magique, "no mágico", era más directo, pero menos encantador.

-Hice chocolate- fue lo primero que le dijo a Bill una vez apareció de la chimenea, a modo de saludo. El pelirrojo sonrió como si fuera niño, acercándose a besarla con cariño antes de servirse una taza. Eso también le había extrañado de los ingleses: bebían el chocolate en taza, no en tazones como en Francia, lo cual le parecía poco práctico, pues apenas y le podían poner cosas a la bebida, hacían un desastre al querer sopear algo, y tenían que volver a servirse más rápidamente. Su padre le había aconsejado antes de marcharse que a donde fuera hiciera lo que viera, pero Fleur siempre lo tomó más como una sugerencia no solicitada que como algo que aplicar en realidad. Le importa la apariencia, sí, pero también la eficiencia de sus modos. Bill solo rió al verla con su tazón y pan, acompañándola.

- Perdón por llegar tarde: nos dejamos llevar por el caso y apenas noté las horas hasta que me dio hambre- se disculpó sinceramente, y ella casi rió por lo último. Sí, su William era muy claro casi siempre, compartiendo su afición por la eficiencia. No le preocupaban las posibles excusas falsas de él en el futuro, porque simplemente no eran su estilo y no pasarían, por más privado que fuera siempre con sus problemas-. Veo que también quedaste con pendientes...-notó el pergamino y pluma, pero ella le quitó importancia.

-Sí los vi, pero preferí no interrumpirlos. No es trabajo tal cual: me quise organizar, eso es todo- Bill asintió, aliviado de que no la estuvieran explotando. Francamente, Gringotts no la merecía: con su intelecto y su dedicación, él desde hacía mucho ya la hubiera asegurado con un trabajo en su área, no solo atendiendo dudas regulares de clientes y a los demás trabajadores. Era frustrante. Su mujer, en cambio, no lo notaba tanto y creía que genuinamente era cuestión de esforzarse-. Deberían organizarse en tu departamento también, que por algo luego pierden rastros: sus mapas parecen laberintos.

-En nuestra defensa, ahora estamos lidiando con un laberinto- él rió al notar escuchar su resoplido, antes de agregar-, pero como siempre, tomaré tu consejo. Y nunca podrías interrumpirnos en un caso: solo porque odias ensuciarte la ropa, pero podrías ser una gran rompedora de maldiciones.

- Eso no va a suceder, pero gracias- comentó, fijando su vista en la ventana, en la luna adornando el cielo nocturno de su costa.

No estaba llena, pero igualmente Fleur la odiaba. Detestaba la idea que por culpa de un sádico bestial su amado William tuviera que depender de sus fases. Si bien no era licántropo tal cual, el cambio en el satélite claro que le afectaba, siendo más evidente en luna llena, cuando de plano no dormía y, entre el cansancio y los efectos del veneno en su cuerpo, se irritaba con facilidad, encontrándolo todo, menos ella, detestable.

Fleur de verdad temía por el día en que dejara de ser la excepción y ella también se volviera odiable en los plenilunios...

- ¿Qué te preocupa? - preguntó Bill al notarla distraída, su expresión deformándose en una mueca al notar a donde iba su mirada-. Siento haberte arruinado eso.

-No me "arruinaste" nada- aclaró, pronunciando la palabra con dificultad. Las erres siempre serían sus enemigas-. Pero sí, me preocupa cómo puede afectarte.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora