Decir adiós

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Cuando pierdes un padre, quedas huérfano. Cuando pierdes un cónyuge, quedas viudo. Cuando pierdes un hijo...no dejas de ser un padre. Cuando pierdes un hermano...no dejas de ser un hermano. Solo cambia el que ellos ya no estén. Y esa es la talla del dolor que aquello inflige en el alma: innombrable.

Harry lo confirmó la mañana de gris de los funerales. Se había acordado dejar una gran parcela de los terrenos de Hogwarts para este propósito. Los magos tenían la costumbre de ser enterrados en la tierra donde morían, por más extraño que aquello pudiera sonar. Pocas excepciones, como "el sepulcro" de Ted Tonks donde su hija y yerno o la lápida simbólica a Alastor Moody también iban a ser veladas por sus seres queridos; Severus Snape, quien ahora sabía Harry, lo había salvado, también sería enterrado. Penosamente, solo él y algún que otro Slytherin extrañado de verlo allí fueron de ir a presentarle honores. Él se encargaría de que la gente supiera su valentía, lo juraba por su vida. Tras hacer aparecer un simple lirio como único adorno a su tumba, fue a donde los Weasley, quienes se encaminaban rumba a el pedazo de parcela destinado a Fred. Jamás creyó tener que decir aquello. Ginny fue donde él apenas lo vio, lágrimas surcando incesantemente de sos ojos. Jamás la había visto así. No que la culpara. Al lado de su madre, quien parecía incapaz de despegarse de Fred, ella lo estaba llevando bien. Apenas se separaba de su lado, eso era novedad. Y si lo hacía, era para estarlo buscando en otro lado. Asumió que mucho tenía que ver el haberlo visto muerto. La abrazó con más fuerza asimismo en el momento en que recordó aquello, al imaginarse en su lugar...perder a Ginny, la mera idea, para él lo era perderlo todo. Y ella ya había perdido demasiado aquel día para afligirla más.

Hermione consolaba a Ron tal y como él intentaba confortar a Ginny. Era una suerte que bastará con mantenerse a su lado, pues ninguno sabía muy bien qué decir o hacer en aquella situación. Harry no podía con ver a Ron tan afectado, en sus siete años de amistad jamás lo había visto así, le sobraban los dedos de las manos para contar siquiera las veces en que lo había visto llorar. Ron...él era su mejor amigo, quizás la segunda persona más importante en su vida después de Ginny, e incluso así, sabía que, sin él, perdería mucho sentido. Deseaba poder tomar su dolor propio, aunque fuera querer imposibles.

Jamás había visto a George tan miserable. Un aura de luz que antes no había notado en él ahora brillaba por su ausencia, dejándolo solo, derrotado y, prácticamente, vacío. Él antes tan fuerte Weasley, característica que compartían todos los pelirrojos, lucía como si el viento lo pudiera derribar. Si, lo mejor era no contemplar tanto a George. Se veía que deseaba estar solo.

Le sorprendió ver a Percy, quien, aunque relativamente alejado del resto, lucía igual o aún más perturbado que el resto. A él le había tocado verlo morir. No había dicho palabra desde entonces. Estaba...ido.

La señora Tonks llegó un buen rato después, el pequeño Teddy dormido en su cuna, ajeno al ambiente lúgubre de la escuela en ruinas, al hecho de que estaba atendiendo al entierro de sus padres. Andrómeda, a diferencia de la mayoría de las madres en el recinto, apenas y sollozaba en silencio. Parecía exhausta. Tenía sentido: todavía penaba a un esposo y ahora también velaba a una hija. Pocos habían perdido tanto en tan poco tiempo como ella. Ella también estaba lidiando con lo inimaginable.

Aquello no había forma de que fuera justo. Padres enterrando a sus hijos, hermanos viendo perecer a los suyos, e hijos quedándose huérfanos a los días de nacer. La guerra jamás tendría un precio justo, ni siquiera para el bando vencedor.

Solo esperaba que los meses, años incluso si se contaba la primera, de terror y el dolor de las pérdidas fuera suficiente para grabarse en los corazones y mentes de los magos y no volviera a ocurrir algo así. Él se encargaría de poner su grano de arena para ello, eso lo sabía, y casi podía asegurar que al menos Ron y Hermione tampoco querrían que se reviviera aquello.

Había momentos que las palabras no llegaban a describir, penas demasiado dolorosas para relatar; instancias en las que uno se aferra como puede a lo que se tuvo, antes de querer vivir lo inimaginable.

"-Lo bueno de crecer con Fred y George, es que acabas pensando que cualquier cosa es posible si tienes suficiente coraje."

En aquel momento, la pena era tan profunda e impetuosa, parecía fácil dejarse hundir en ella. Pero sabían que al día siguiente deberían volver a vivir, y aprender a lidiar con un penar inimaginable.

Pero había esperanza, dentro de todo. Pequeña, herida, pero la había aún. Y había calma, la gente se sentía segura de mostrarse indefensa, a pesar de sus fúnebres circunstancias. Quedaba luz y había fuerza de voluntad, debilitada, pero recuperable.

Había fe en que todavía quedaban cosas buenas por vivir, cosas por las que ellos se habían sacrificado para darles, y que lo mínimo que les debían por ello era seguir adelante: ser felices como pudieran y preservar esa paz que tanto había costado mantener.

-Estaremos bien. No sé cuándo, no sé cómo, pero estaremos bien. Sé que imposible no debe ser...si no... nos hubiéramos ido con él- escuchó a la pelirroja murmurar a Ron, entrecortada, mientras este asentía, abrazándola con fuerzas una vez volvió a romper en llanto. Harry y Hermione solo los miraron, incapaces de interrumpir aquello. Sabían que ni haciendo todo el esfuerzo del mundo llegarían a siquiera acercarse al dolor de los hermanos. Pero no estaban solos. No dejarían que pasasen por ello solos, eso lo tenían tan claro como el agua.

Ningún Weasley estaba solo, se tenían entre ellos y a sus seres amados, quienes jamás les dejarían de lado. Andrómeda, quizás no lo veía así aun, pero ahora contaba con el amor y cariño incondicional de Harry y los propios Weasley, al igual que Teddy, quien jamás tendría porque sufrir todo aquello mientras ellos vivieran para remediarlo. Sus amigos de escuela que habían perdido seres queridos, como el caso Dennis al perder a Colin...los tenían a ellos, cercanos o no antes, por si necesitaban una mano amiga a la cual aferrarse con confianza de no ser dejados. Nadie dejaría que los nombres de esas víctimas, ahora héroes, pasasen al olvido, recordándoles todos los años dónde estaban, dónde habían estado, y a dónde querían dirigirse en el futuro.

Juntos aprenderían a resurgir de lo inimaginable.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora