Año Nuevo

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Astoria despertó, solo para encontrarse con que seguía en la alcoba de Draco, el rubio dormido al lado de ella, su pálida figura contrastando con las sábanas negras de la cama.

El sol de la mañana los iluminaba a ambos, las cortinas pesadas abiertas a petición de ella, quien disfrutaba de las vistas... ¿El sol de la mañana?

¡Era de mañana!

"Maldita sea...", pensó Astoria, aunque en realidad no hizo mucho amago de moverse. No quería, y francamente, el daño ya estaba hecho, de haberlo, claro.

Los cambios en ella a como había llegado eran evidentes: ahora estaba tapada, sus zapatos acomodados en algún lado ajeno a sus pies, y su cabello ahora estaba suelto. Sin duda Draco la había acomodado de modo que estuviera más cómoda al dormir, y aunque el gesto la enternecía, se pregunta, ¿cuánto tiempo estuvo dormida? Evidentemente amaneció, pero ella no había ido tan tarde a visitarlo. Se quedó dormida por más de 8 horas...

"¡Merlín! Ojalá Daphne se apiade de mí y me cubra...", deseó mientras bostezaba, su estómago gruñendo con hambre. Quería desayunar, pero no se decidía si sería mejor ir a casa o hacerlo en la casa Malfoy.

Con su desfallecimiento, apenas y había pasado tiempo con Draco, y sabía que en casa no le esperaba una buena respuesta...Pero a la vez, temía qué le harían si la descubrían allí...

Su estómago volvió a protestar, y decidió bajar a la cocina en busca de algo que picar. Nada se pensaba bien con el estómago vacío, después de todo. Con cuidado de no despertar a Draco, la castaña se desprendió de su abrazo y, tras encontrar sus zapatillas y alisar las arrugas de su ropa, se dirigió a la abandonada cocina donde, sabía, había algún elfo doméstico con el cual conversar. Era 31 de diciembre...seguro sus padres no habían notado su ausencia.

Su padre estaría demasiado ocupado en el Ministerio, sus esfuerzos inhumanos por no caer desempleado tras los escándalos haciéndolo trabajar el triple para hacerse valer aún bajo el mandato de Kingsley, y su madre estaría ayudándolo con los preparativos para el baile. En ese aspecto, estaba a salvo.

-Buenos días- la voz desconocida la sobresaltó. Andrómeda solo rió mientras hacía un gesto de agradecimiento al elfo que le había servido té. Las dejó a solas.

-Buenos días, ¿con quién tengo el gusto? – la imagen de ella la asustó. Era parecida a Bellatrix Lestrange, pero claro, ella estaba muerta. Entonces debía ser...

-Andrómeda Tonks, hermana de Cissa. Y tú eres la joven Greengrass, ¿verdad? Te pareces a tu madre, aunque con los ojos de Dimitrios. ¿Cómo están?

-Bien, gracias por preguntar-respondió tratando de ser cortés, aunque algo cohibida.

Ella no tenía nada en contra de los traidores a la sangre, pues se identificaba con ellos, pero, de todos modos, recordaba el amargo relato de los primos Black como algo traumático.

Andrómeda y Sirius Black, escorias de su sociedad, abandonados por sus familias y destinados al sufrimiento, así los conocía ella. Esa historia era una amenaza "sutil" para su generación de lo que podía ocurrir de abandonar sus hogares...

-Si lo desea, me retiro. No sabía que estaría aquí...que estarían aquí...- en su sorpresa no había notado la carriola a su lado. Tuvo que resistir el impulso de asomarse a ver al bebé, después de todo, no deseaba importunar. Pero quería verlo, y mucho.

-Se supone que quedé de verme con mi hermana, pero la encontré...indispuesta...- tardó en hallar la palabra, aunque se notaba que algo iba mal. Astoria, quien realmente la estimaba, se preocupó.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora