Ella

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Astoria contempló su reflejo una vez más para corroborar que todo estuviera en orden con su apariencia. Daphne tenía razón: el lila hacía sus ojos destacar, y siendo que esos eran su mejor atributo, era algo bueno. De su madre y hermana había aprendido a cuidar de su apariencia, y conociendo lo recatada que era Narcissa, sabía que era mejor causar buena impresión.

- ¿A dónde crees que vas, mi niña? – la voz de Amelia la sobresaltó, pues según ella estaba siendo discreta. Odiaba escabullirse, pero sabía que sus padres no la dejarían salir, menos si iba a la Mansión Malfoy.

-A ningún lado- mintió pobremente. Su madre la miró suspicaz.

-Aunque solo sea ir a "ningún lado", debería acompañarte tu hermana. Eres muy pequeña como para salir sola. ¿O acaso tengo que recordarte lo que le pasó a tu amiguita Thalia por desobedecer las indicaciones de su padre?

-Lo que le pasó fue culpa de unos infelices, desesperados porque Voldemort no los matara. Ojalá se pudran en Azkaban...- Amelia se quedó muda, sorprendida por el resentimiento en la dulce voz de su hija menor. Decidió cambiar su táctica, pues tampoco deseaba herirla.

- ¿Dónde está "ningún lado"? – preguntó nuevamente la mujer, haciendo rabiar levemente a la castaña. Si fuera Daphne, no le preguntarían nada.

- ¡Tori! ¿Qué te había dicho sobre esperarme? - de repente llegó Daphne, quien sí sabía hacer el papel de niña obediente de mamá. Astoria, de no conocerla mejor, le hubiese creído-. Madre, no te sulfures. Tori iba a acompañarme a visitar a Pansy. Con el arresto de su padre, la pobre está muy acongojada...

- ¡Que desgracia! Aunque se lo tenía muy merecido. Aquel sujeto solía ultrajar jovencitas a escondidas de su esposa. Dimos y yo jamás entendimos como no le remordía la conciencia, ¡Tendrían la edad de su propia hija!

-Y es justamente ella quien necesita de sus amigas. Además, a Tori le vendría bien salir un poco. Prometo que estaremos aquí antes de la cena- aseguró, haciendo el mayor esfuerzo por convencer a su madre. Astoria no sabía porque su hermana la ayudaba, pero le siguió la corriente, esperando que su madre cediese con ella de intermediaria. La mujer miró atentamente a sus hijas antes de suspirar cansinamente.

-Está bien. Pero el permiso es solo para la casa de los Parkinson, ¿Quedo claro?

-Sí, madre...

-Sí, mamá...-Amelia estaba a punto de corregir a su hija menor, pero se mordió la lengua, incapaz. "No es mamá, es madre; no seas insolente" se les decía a los niños sangre pura a modo de que no perdieran el respeto a los mayores. Pero no podía evitar reconocer que le gustaba escucharlo. Su Astoria, su adorable hija menor, la niña de esa casa...Si de por si no solían llevarse tan bien, ¿Por qué corregirla por algo que en realidad no era malo?

Daphne y Astoria salieron de la casa tras despedirse, viéndose en la necesidad de ir por sus sombrillas a la vez que Daphne tomaba el transportador de su familia: un anillo de esmeraldas. "Un desperdicio" pensó, más no dijo, Astoria, quien nunca entendió la necesidad de tener más anillos que dedos.

-No pienso acompañarte a ver a Pansy. A ella nunca le he agradado, y a mí tampoco me hacía gracia verla todos los veranos. Lo siento- la rubia rodó los ojos, tratando de no impacientarse. A veces se preguntaba cómo era posible que estuviesen emparentadas.

-Ni yo pienso ir a verla, mucho menos contigo de acompañante. Lee esto- le extendió un pergamino perfectamente enrollado, con las iniciales "P.P" en el sello de cera plateado. No se necesitaba ser un genio para acertar de que era una carta de Pansy Parkinson.



19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora