Hola, y adiós

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-Entonces, ¿tienes un título en administración o algo así? - le preguntó la señora Dursley en tono de sorpresa y Phoebe solo asintió, aliviada de al menos entender eso. Durante la última hora y media, se había sentido abrumada por cosas muggles que no sabía, pero fingía saber, con la esperanza de aparentar ser muggle frente a los padres de Dudley, quienes, según Percy, odiaban la magia y las brujas. No lo había confirmado, pero no quería averiguarlo-. ¡Eres tan joven! Me parece casi increíble.

- ¡Más impresionante aún! - halagó Vernon, apenándola un poco: estaba segura que las carreras muggles eran muy distintas a las clases técnicas que los brujos tomaban en su lugar. Si algo le constaba era que el método mágico era mucho menos tardado-. ¿Cómo se conocieron? – la pregunta iba para ambos, y Phoebe dejó que Dudley empezara a responder mientras que terminaba de comer su bocado.

-Ella es propietaria del edificio donde vivo. Su familia tiene un negocio de alquiler: rentan departamentos y cuartos...

-...Sí: ahora me toca encargarme, y aunque es algo complicado, me ha gustado mucho. Muchos de los que rentan son estudiantes – del Ministerio Mágico-, y me alegra, pues de otro modo dudo haber conocido a Dudley- porque él evita a los magos. Los tres, su novio y sus padres, la miraron enternecidos por sus palabras, ajenos al significado literal tras ellas.

-No lo sabes, querida- dijo Petunia alegremente, sonriéndole-. La vida tiene su manera de permitir que las personas se conozcan entre sí, si así debe ser.

-Casi como magia – probó inocentemente, sorprendida al notar como la pequeña mención de la palabra provocó un sutil ceño en el rostro del señor Dursley. Al parecer, Petunia también lo notó, y trató de componerlo de inmediato.

-Como quieras llamarlo- suspiró, y para Phoebe fue evidente que tampoco le hizo gracia la mención de la magia, pero al menos buscaba disimularlo más. Era casi como un tabú en la casa, lo cual era cruel, considerando que criaron durante años a un hechicero.

-Suceden muchas cosas raras en el edificio: no es de extrañar que lo llame magia- medio justificó Dudley el comentario, tomándola de la mano por debajo de la mesa. Ella agradeció el gesto: al menos estaba de su lado-. Pero sí, me gusta creer que podríamos habernos conocido en otro lugar, donde sea. La vida para mí es más alegre desde que ella está cerca, con todo y las rarezas- confesó, sonrojándose de inmediato, haciendo que el corazón de Phee saltara de alegría en su pecho.

"Es el encanto de las brujas, pero ya que las odias...", pensó con amargura, preguntándose qué tan urgente era confesar ese pequeño detalle sobre su naturaleza, a la vez que la señora Dursley servía el postre que Phoebe, en gesto de buena fe, había llevado para compartir con ellos (esperando que la tarta con jalea de fresaloca no fuera algo muy extraño para el paladar muggle). En verdad no quería perderlo.

Sabía que mentir también era una forma de perder a un hombre rápidamente, pero, aun así, la verdad no parecía la opción correcta. ¿Había acaso una opción correcta en su caso?



(...)



-Creo que regresaré pronto a Hogwarts- comenzó Luna mientras tomaba un sorbo de su té, sorprendiendo a su papá-. Quizás el fin de semana que viene, como Hermione. Los chicos tomarán el tren a Hogsmeade para visitar a sus novias y, en el caso de Ron, para despedirse. Sería bueno aprovechar para no ir sola. Tal vez Pansy también regrese: lo esperaba con ansias.

- ¿Pansy? - cuestionó, recordando ese nombre entre las reducidas amistades de su hija.

-Parkinson- la expresión sombría de su padre delató la impresión que tenía de la chica tan solo por el apellido: los Parkinson tenían una reputación terrible, y eso no era ninguna novedad-. No es mi amiga, pero, aun así, parecía preocupada: también tuvo que dejar la escuela por una temporada.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora