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Bill miraba a su esposa salir del baño, camisón puesto y el cabello hecho nudos dorados, antes de volver a recostarse en la cama, justo como había hecho los últimos días desde el incidente. Casi una semana, para ser exactos.

En el trabajo le habían dado la semana para recuperarse, tanto física como emocionalmente. "Como si con eso bastara..." pensó Bill amargamente mientras tomaba un cepillo y comenzaba a peinarla con lentitud y cuidado de no fastidiarla en el proceso. Ella se dejaba hacer sin más, claramente desganada como para replicar algo. Él casi hubiera preferido una reacción violenta antes de la apatía que conseguía. La entendía, a pesar de todo, e incluso creía que a ella le había pegado aún peor. No, más bien lo sabía.

- ¿Tienes que ir a trabajar hoy, amor? - preguntó Fleur en un murmullo, como si el pensarlo le doliera, tomándolo por sorpresa. Normalmente él se iba tras asegurarse de que hubiera desayunado, para regresar hasta varias horas después, encontrándola dormida en el mismo lugar.

A pesar de que él no se sentía nada tranquilo dejándola sola, Fleur se negaba a pedir la compañía de alguien: no quería preocupar a nadie diciéndoles que se sentía enferma, y menos quería que supieran lo que realmente había ocurrido. Si algo no soportaba la rubia era la lástima.

"Dame tiempo para llorar a solas, y estaré bien por la mañana..." le había dicho una vez durante su noviazgo, y apenas ahora lo comprendía. Él solía hacer lo mismo. La gente los tachaba de "demasiado diferentes" cuando en realidad encontraba en ella muchas cualidades de sí mismo, siendo esa una de ellas. Era irritante, pero no tenía remedio. Al menos a él lo dejaba cuidarla.

-Hoy es viernes. Me tomo el día libre si te parece...

-...Solo si no afecta tu trabajo...-pidió ella apenada. Él le sonrió débilmente, acariciando su mejilla.

-Mandaré una nota, ¿Sí? No me afectará faltar un día, menos después de una misión. ¿Bajamos a desayunar, o lo subimos acá?

-Te haría feliz que bajara, ¿Verdad?

-Solo si tienes ganas, preciosa- ella suspiró mientras se levantaba, envolviéndose con una bata debido al frío. A pesar de los hechizos calefactores, todavía se podía sentir el aire frío colarse por alguna que otra rendija que no habían reparado aún en Shell Cottage, la humedad de la zona costera empeorando la sensación.

Los dos parloteaban de temas triviales, Bill contándole lo que había ocurrido en Gringotts durante ausencia mientras desayunaban lo hecho por el pelirrojo. Fleur quería llorar, se sentía culpable de haber estado tan alejada esos días, pero sabía que era mejor no hacerlo pues lo preocuparía, y él ya estaba angustiado por ella sin necesidad de ello.

-Entonces, ¿Pasaríamos cuántos días en la Madriguera? Para ir viendo cuanta ropa me hará falta...-preguntó en medio de la charla, desconcertándolo-. ¿Por qué esa cara? Prometo ser muy amable con tus padres: sé que ya están pasando por mucho sin necesidad de agregarme a sus preocupaciones...

-... ¡No es eso, amor! Y ellos van a ser amables contigo, de antemano te digo. Me refiero... ¿Segura que deseas ir?

-Ya lo habíamos decidido, William. Sabes que sí... ¿Por qué lo dudas?

-...Estarán la señora Tonks con su nieto, bonita...-dijo sin darle más ruedas al asunto. No sabía si de repente ver a un bebé le afectaría, o si estaría demasiado sensible para aguantar alguna treta de sus hermanos, quien, aunque no malos, eran imposibles de aplacar. No quería mortificarla. Ella se quedó callada varios segundos, meditando, antes de encogerse de hombros.

-Estaré bien, mon amour. Más me afecta estar aquí, ¡Merlín, he sido un bulto por días...! - empezó a recriminar, hasta que Bill la paró suavemente.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora