Pasado, Presente y Futuro

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Percy y Audrey estaban tomando el ascensor en silencio, en dirección a sus apartamentos. Supuso que fuera lo que fuera de lo que ella quisiera hablar, estaba nerviosa porque su silencio era desconcertante: su castaña solía hablar hasta por los codos, y aunque estaba seguro que en algún momento llegó a desear que fuera menos parlanchina (probablemente cuando recién la conocía), ahora Percy odiaba verla así, tan evidentemente decaída...

-Iré a cambiarme, ¿sí? Mis pies me están matando- dijo antes de dirigirse a su casa, la promesa de ir a la casa de Percy flotando en el aire mientras cerraba la puerta detrás de ella. Él no perdió tiempo en comenzar a poner la mesa en un intento de relajar sus nervios: ordenar las cosas le daba una sensación de control y lo calmaba desde pequeño, y esa no fue la excepción. Cuando llegó Audrey, más cómoda con sus pantuflas, él estaba tranquilo.

-¿Podemos hablar de lo que te preocupa, Drey?- preguntó directamente, y aunque la vio estremecerse con incomodidad, ella respondió del mismo modo, aunque sin mirarlo directamente, su vista fija en sus inquietas manos.

-¿Saliste con Penny?- pareció sorprendido pero no dudó en asentir, reacio a mentir-. Me alegro de que sigan siendo amigos- y por falso que pudiera sonar, en realidad lo dijo en serio: eso es todo lo que alguna vez deseó que Ed y ella tuvieran al final, una ruptura amistosa. No, su amistad no la molestaba, pero, ¿por qué omitieron ese hecho sobre ellos?

-Debería habértelo dicho- fue lo primero que dijo, sin perder el tiempo preguntándose cómo sabía eso. Quienquiera que le haya dicho o sus intenciones al hacerlo, no importaba: fue su error, y solo a él le tocaba enmendarlo-. Sí, seguimos siendo amigos, y aunque me sorprendió, me alegré de que también te hicieras su amiga. No lo estaba ocultando, al menos no a propósito: pasó el tiempo y empezó a parecerme irrelevante mencionarlo, más aun viendo lo bien que se llevan. Penny... ahora es sólo una querida amiga, y te juro que no ha pasado nada entre nosotros: ni siquiera creo que me vea de esa manera nunca más. Estoy seguro de que yo no- entró en pánico cuando vio que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero tan pronto como Audrey lo abrazó, supo que ya no estaba molesta-. ¿Por qué lloras, Drey?- preguntó mientras intentaba calmarla, confundido. Odiaba ver sus ojos gris avellana llenarse de lágrimas, le rompía el corazón: ¿cómo alguien tan alegre y brillante como ella podía ponerse tan triste tan rápido? Siempre supo que era sensible, pero odiaba verla tan afectada.

-Lo siento- fue lo primero que dijo, tratando de calmarse-. Es solo que... estaba esperando una pelea por mi pregunta, no eso. No es una queja, obvio- "¿Una pelea?", pensó Percy, antes de deducir que probablemente hablaba por experiencias pasadas. Sintió que la ira corría por sus venas: no hacia ella, sino hacia quien la había lastimado tanto. Un breve recuerdo de uno de sus primeros encuentros amistosos, cuando ella borracha confundió su casa con la de ella, le vino a la mente: había llorado cuando él habló en voz alta, asustada, reclamando que "siempre le gritaba". En su momento no le dio importancia, pero ahora temía las implicaciones de aquello-. Sé que no es asunto mío con quién saliste antes que yo...

-...Va, pero tampoco es un secreto. Nunca me enfadaría por algo así, Drey- no sabía cómo manejar la situación, pero por ahora, solo quería que lo supiera. Audrey sonrió un poco, asintiendo, aun abrazándolo. Intuyó que había más de qué hablar, pero no estaba preparado para eso, y podía adivinar por sus gestos que ella tampoco lo estaba...

En momentos como esos Percy lamentaba no tener la mejor relación con sus parientes, en especial sus hermanos: quizás sus hermanos mayores podrían aconsejarlo al respecto, pero no veía ni cómo preguntarles. Francamente era horrible sentirlos tan lejanos siendo que compartían sangre, y desde que Audrey llegó a su vida, su ausencia le dolía aún más: ella, con su calidez, alegría y añoranza por sus parientes, había despertado en él el querer volver con su familia, algo que agradecía, por más que le hiciera reabrir heridas viejas que él mismo causó al despreciarlos años atrás. Era un buen cambio, difícil, pero correcto...

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora