Ataduras (Parte 2)

250 26 8
                                    

Harry no podía recordar la última vez que hizo algo religioso: simplemente seguía asintiendo y estando de acuerdo con el sacerdote, todo mientras mantenía sus ojos en su dulce futuro ahijado. El niño había encontrado alegría en interrumpir los sermones del padre, provocando risas a los invitados. Andrómeda trataba de calmarlo, pero era en vano, y francamente, Harry agradeció la actitud de Teddy: hubiera odiado que el pequeño llorara durante la ceremonia, o que estuviera incómodo de alguna manera. De haber sido el caso, seguramente hubiera pedido parar todo antes de poder pensarlo mejor, pues a su modo de ver, ningún ritual o fiesta valía la pena los llantos de un niño...

-Ahora, comenzaremos con el rito mágico. ¿Son los mismos padrinos? Padrino, en este caso- cuestionó el clérigo una vez acabada la ceremonia cristiana, a lo que Andrómeda dirigió una mirada más a Draco antes de asentir, claramente decepcionada por la negativa. A Harry no le sorprendió: por supuesto que Draco no aceptaría compartir ningún honor con él, incluso si implicaba despreciar a su sobrino-. Bueno, comencemos.

Harry pudo sentir que todos se volvieron más silenciosos y serios en ese momento, con las miradas fijas en él y Teddy, quien empezó a jugar con su corbata, ajeno a su público: aún no entendía del todo la cultura mágica, pero era obvio que este era el evento principal para los brujos, de modo que se forzó a estar más concentrado que antes...

-Yo, Harry James Potter, te prometo mi lealtad eterna, Edward Remus Lupin, hijo de Remus John Lupin y Nymphadora Lupin, nacida Tonks, para honrar su deseo de que seas mi ahijado. Frente a tu cuidadora, Andrómeda Tonks, nacida Black, y a todas las personas reunidas aquí por su amor por ti, juro protegerte, criarte y amarte como a un hijo mío. Prometo brindarte todo lo que puedas necesitar y más, y guiarte con amor a través de los desafíos de la vida. Compartirás todos los beneficios de mi sangre y mi magia, porque a partir de este día eres mi ahijado...mi hijo, un lazo que nunca se podrá quebrantar...-Harry ni siquiera sintió el lazo dorado que se había materializado, rodeándolos a él, Andrómeda, y al pequeño en sus brazos, demasiado conmocionado mientras pronunciaba sus promesas. Las decía con el corazón: Teddy era su familia.

-Yo, Andrómeda Tonks, una vez Black, aceptó el juramento de Harry en nombre de mi hija, Nymphadora Lupin, una vez Tonks, madre de este niño. Creo en sus promesas, y juro honrarlo como el guardián de mi nieto: él tendrá voz y voto en las decisiones de su vida, y en caso de mi ausencia, será su cuidador...su padrino, un padre...-el oficiante les pidió que acomodaran al pequeño a modo que ambos lo tomaran antes de pronunciar una serie de encantamientos que Harry desconoció: sonaban muy antiguos.

-...Hoy unimos a las familias Lupin y Potter por la ley, la sangre, y el amor, puesto a que hay ley más fuerte que la de la naturaleza y la magia para nuestra gente, y no hay vínculo más fuerte que el compromiso inquebrantable de un mago al jurar proteger y amar a un niño como si fuera su sangre. Si sus corazones son fieles a sus promesas, ningún poder podrá romper esta unión, en esta vida o en el más allá. In saecula saeculorum, por siempre y para siempre...-todos lo repitieron, y Harry obedeció su ejemplo. Aquel hilo dorado desapareció lentamente, pero la sensación de grandeza y amor infinito que había inspirado en él perduró, y dudaba que en algún momento fuera a desaparecer. Por siempre y para siempre: describe perfectamente el amor y compromiso que sentía por Teddy Lupin, y solo deseaba que Remus y Tonks pudieran saberlo desde donde se encontraban-. Tome a su ahijado, señor Potter. Sean felices...





(...)

Ósa ástra eínai ston ouranó, margaritarénia mou,

Kai lámpoun, éna, kai lámpoun, éna ...

Si bien Astoria susurraba el arrullo, las palabras extranjeras y su melodiosa voz despertaron el interés de la mayoría, resaltando entre el inglés hosco del resto. Draco observó con recelo las miradas de los Weasley sobre su novia, algunos aprehensivos, otros confundidos, pero todos curiosos: no le gustaba saber que las comadrejas la estaban juzgando mientras hacía algo tan inocente como mecer a su sobrino...

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora