Ajustes para y de rutina

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- ¿Todo bien, Phee? – preguntó Percy al ver a su amiga distraída, raro en ella quien, al ser una mujer de negocios, siempre estaba alerta. Ella asintió de manera poco convincente mientras fingía revisar unos papeles.

Percy lo notó, razón por la que frunció el ceño. Quizás el ver a una vampiresa beber sangre a su lado también favoreció su molestia. Odiaba a los vampiros.

-Excelente, Percival, así es como estoy. Me alegra que todos estén bien, ¿Por qué no estar bien? – contestó mientras cerraba con violencia los cajones de su escritorio. Percy solo rodó los ojos, sabiendo que no sabría nada.

-Como tú digas. Si necesitas ayuda con algo, no dudes en pedirlo...

-...De hecho, si te voy a pedir un favor. Entrégale esto a Drey. Su lechuza cayó rendida antes de llegar a su balcón. Windy, la lechuza en cuestión, está en mi apartamento, durmiendo. Esta es su correspondencia. No me mires así, no quiero subir escaleras- replicó ella, haciéndolo encogerse de hombros. ¿Para qué se ofreció si se iba a quejar?

-Está bien. Nos vemos. Relájate, ¿Sí? - ella asintió suspirando. Percy tenía buenas intenciones, no podía ser dura con él.

-Nos vemos, Weasley- se despidió ella, ablandando su voz. Incluso Eleonora, la vampira en la sala, se despidió de él con una sonrisa, la cual se hubiera visto más amigable de no ser por su perfecta hilera de dientes, teñidos en la sangre que bebía.

Pese a su repulsión, Percy correspondió el saludo cortésmente, forzando una sonrisa devuelta antes de irse con prisa del recibidor. A Phoebe, a diferencia de él, la sangre no le importaba. Eleonora era agradable, siempre con historias interesantes que contar sobre sus muchos años de existencia...

...Pero lo que le llamó la atención, aparte de su inusual silencio, fue su expresión. La vampiresa parecía estar olisqueando algo, como sabueso en busca de su hueso. Sus sentidos de alerta se activaron cuando vio cómo sus ojos se tornaban rojizos y oscuros, a la vez que sus colmillos se asomaban, amenazantes y puntiagudos.

Eso solo ocurría o cuando tenían mucha hambre (que no era el caso, pues acababa de comer), o cuando había una presa perfecta cerca (o sea, un muggle indefenso). Su instinto era no ignorar la oportunidad de saciar su sed, a sabiendas que no siempre podían comer.

"Dudley" pensó, asustada. ¡Si había un muggle indefenso entre ellos! ¡Dudley Dursley!

-Buenos días, Phoebe, ¿Todo bien? - preguntó él justamente, preocupado de verla tan pálida. Era extraño. Casi parecía que hubiese visto a un muerto.

Aunque bueno, Phoebe no era nada comparada con aquella mujer que bebía un extraño jugo muy rojo. Ella parecía cera de vela, o una muerta viviente...

- ¡Buenos días! Bien, muy bien de hecho, ¿Ya te vas? – preguntó, curiosa. Más bien, ansiosa. Él la ponía nerviosa. Era como un bebé en medio de una jungla llena de depredadores: vampiros, hombres lobo, veelas, magos de dudosa procedencia...

... ¡Un muggle no sobreviviría allí solo!

-Sí, es martes por la mañana. Voy a clases, como siempre- dijo él, extrañado por la pregunta. A ese punto ya se había acostumbrado, no entendía porque la extrañaba ahora. - ¡¿Qué haces?! – preguntó él bruscamente al sentir a alguien olisquearle el cuello.

Antes de que Eleonora pudiera hundirle los colmillos, Phoebe se abalanzó para empujarla, quedando accidentalmente colgada del cuello del tipo, que no había visto nada de lo anterior.

-Lo siento, no era... ¡Demonios, perdón! - había empezado a disculparse Phee, olvidando por completo que seguía abrazada al cuello del rubio. Dudley estaba muy colorado, entre la molestia y la vergüenza, y muy confundido por lo extraña que estaba siendo su mañana, demasiado rara para la mañana de un Dursley... Por un momento recordó a su primo Harry.

19 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora