Capítulo 45

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Dedicado a isisgvp

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***

—¿Perdona? —respondió él, fijando su atención en mí. Su rostro evidenciaba su desconcierto—. ¿Acaso nos conocemos?

Yo asentí con la cabeza y sentí mi pecho oprimirse.

—Soy yo, Noah, soy Elizabeth...

Le tomó un instante procesar la información, pero luego me miró de pies a cabeza y sus ojos se abrieron con asombro.

—¿Bessie? —preguntó y volví a asentir—. ¿La Bessie de Beth?

Caminó hacia mí y me dio un corto —pero fuerte— abrazo. Parecía feliz de verme a pesar de todo. Sin embargo, yo solo sentía ganas de correr lejos de allí y llorar.

—¡Lynn! —le dijo a la chica que me había recibido. Ella dejó lo que hacía y se giró hacia él—. Necesito que me cubras unos minutos.

Ella asintió con su expresión cálida y entonces Noah puso un brazo sobre mis hombros y me guio hasta la parte trasera de la cafetería, a un pequeño cuarto con casilleros y asientos. Se quitó el delantal amarillo y celeste y lo lanzó sobre una mesita, para luego sentarse. Lo imité con algo de timidez.

—¡Dios! La última vez que te vi tenías como diez años, ¡has cambiado tanto!

—Tenía trece, de hecho —respondí con una pequeña sonrisa triste.

—Cierto...

Él se mantuvo en silencio un momento y su expresión se ensombreció por completo. Los tatuajes y la cicatriz en su rostro le daban un aspecto aterrador. Sin notarlo, mis manos comenzaron a sudar y sentí un ligero escalofrío. Quizás había cometido un error al llamarlo en lugar de salir corriendo de allí. El recuerdo que mantenía de él del par de veces que lo había visto no coincidía en lo absoluto con el chico que tenía sentado frente a mí.

—Aún no puedo creer lo que pasó con ella, aunque ya ha pasado más de un año... —dijo finalmente.

—No eres el único —susurré—. Yo la extraño cada día que pasa. Es como si me faltara una parte de mí... —Mi voz se quebró y mis ojos amenazaron con llorar.

—¿Cuánto tiempo estuviste encerrada? —Su pregunta me tomó por sorpresa. Al parecer sabía toda la historia.

—Diez meses, pero yo no lo hice, Noah. Lo juro.

Soltó un bufido.

—Por supuesto que no —aseveró, enojado—. No sé a quién mierda se le pudo ocurrir semejante estupidez. Ustedes crecieron juntas y Beth te adoraba, hablaba siempre de ti. Fuiste una mejor hermana para ella de lo que yo lo fui alguna vez...

Sentí un alivio enorme al escucharlo. Llevaba años sin verlo, pero era sumamente reconfortante que alguien de la familia de Beth me creyera. Al menos él sabía lo mucho que ella y yo nos habíamos querido.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora