Dedicado a dalipher
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Al principio fue un poco difícil acostumbrarme a la idea de estar nuevamente en casa. Nada había cambiado, excepto dos cosas: Beth ya no estaba, ni la antigua Bessie tampoco.
Mi cuarto y todas mis cosas estaban exactamente como las había dejado, como si solo me hubiera marchado un par de días. Mi pequeña cama con las sábanas púrpuras; las frases escritas en la pared; la ropa doblada en el armario; los libros sobre el escritorio.
Pero por algún motivo me sentía como una total extraña.
Mi familia se esforzaba lo más posible para mantenerme ocupada y feliz todo el tiempo, aunque no era nada sencillo. Mis hermanitos no me dejaban en paz ni un segundo desde que llegaban de la escuela, y Elisa y papá hacían casi cualquier cosa para complacerme.
Sin embargo, no dejaba de sentir la ausencia de mi mejor amiga en mi hogar y en mi vida, mucho más que antes de irme. Ni la de Jimmy que, aunque nunca había visitado mi casa o algún otro lugar cercano, había dejado un vacío enorme en mí.
Otra cosa que me golpeaba era el cambio radical en la actitud de Elisa y de mi padre conmigo. Antes de irme a la clínica habían dejado de hablarme casi por completo y me temían, muy en el fondo lo sabía. Una parte de ellos habían aceptado que quizás lo del incendio sí había sido mi culpa.
Pero ya no era así, habían vuelto a ser la familia adorable y amorosa de siempre, aunque no porque habían creído en mí. Lo habían hecho por Stella y Melissa. Ellas les habían explicado que yo no encajaba en el perfil de una psicópata asesina, que solo era una chica deprimida. Y ellos se habían convencido entonces, a pesar de sus oídos sordos todas esas veces que les había explicado entre lágrimas mi inocencia.
No era su culpa, de cualquier modo. Los amaba demasiado como para guardarles rencor.
Siempre trataba de ocultar la tristeza cuando estaba con ellos o con los niños, no quería hacerlos sufrir. Solo me permitía ser honesta conmigo misma y sentirme un poco miserable cuando estaba sola. Y estaba sola más tiempo del que me hubiera gustado.
A causa de los meses que había pasado en la clínica me había atrasado un año con respecto a las personas de mi edad. No podría entrar a la universidad hasta el próximo año escolar, por lo que no tenía demasiadas cosas en las que ocuparme. Pasaba horas aprendiendo y practicando recetas culinarias —y todos lo agradecían, pues Elisa era pésima en la cocina—. También leía mucho, casi todo lo que caía en mis manos, y estudiaba temas que me interesaran.
Y jamás salía de casa.
Llevaba casi tres meses recluida allí, pero por voluntad propia. Solo salía cuando tenía que ir a las consultas con el psicólogo un par de veces al mes para chequear mi frágil estabilidad emocional. Mi padre me llevaba de ida y vuelta en auto para no tener que ver a nadie. No estaba lista para hacerlo, y a veces creía que ese día nunca llegaría.
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La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]
Teen Fiction"A veces, en la búsqueda de las estrellas en otros ojos, caemos en el interminable pozo de la oscuridad". -Akshay Vasu. ** Bessie no está loca ni tampoco es una psicópata asesina. No es su culpa no recordar qué pasó esa noche en la que murieron sus...