Epílogo

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Las olas chocan y se rompen en la orilla

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Las olas chocan y se rompen en la orilla. La arena me hace cosquillas en los pies mientras avanzamos muy despacio. Está cayendo la tarde y a lo lejos escuchamos algunas gaviotas y la risa de unos niños.

Me detengo y cierro los ojos. Solo quiero sentir la brisa en el rostro por un segundo. Esta es mi propia versión del paraíso.

—¿En qué piensas? —pregunta Nick y me abraza por la espalda. Apoyo la cabeza en su pecho.

—La cena con mi madre no salió tan mal, después de todo. Supongo que me estoy acostumbrando a compartir el espacio con ella mejor de lo que pensaba.

Mi madre nos había invitado un millón de veces a visitar su nueva casa y a conocer a su nuevo esposo. Ayer en la noche finalmente acepté, y solo porque fue el cumpleaños de Halley. Aunque las veo muy a menudo a las dos, aún no me sentía preparada para visitarlas. Sin embargo, la alegría de Halley al tenernos ahí compensó cualquier posible emoción negativa.

El padre de Halley no es en lo absoluto como yo esperaba. En realidad, no esperaba nada. Creo que lo que me impactó es notar que no tiene nada en común con papá. Tiene sentido. Por eso se marchó ella en primer lugar, ¿no? Aunque sí parece un excelente padre y un buen esposo. Supongo que en el fondo eso me tranquiliza.

—Tu padrastro me pareció un buen tipo —dice en un tono burlón.

Suelto un bufido y finjo darle un codazo en las costillas. Se ríe. Sabe que odio que lo llame de ese modo. Bastante me ha tomado acostumbrarme a referirme a Louisa como «mi madre».

—¿Crees que ya debamos regresar? —pregunto.

—Aún no —responde y me da la vuelta lentamente como si estuviéramos bailando—. Tengo algo para ti.

—¿En serio? No es mi cumpleaños.

—Eh... digamos que no tiene nada que ver con eso.

Sonríe con picardía y mi intriga aumenta mucho más. Introduce la mano en su bolsillo y saca una pequeña cajita. Abro mucho los ojos. ¿Acaso está a punto de hacer lo que creo? La coloca en mis manos y me observa, expectante.

—¿Qué es esto, Nick?

—Solo ábrela, Bessie Boop.

La abro con mucho cuidado y contengo la respiración al ver el contenido. Es justo lo que pensaba: un delicado anillo de plata con pequeñas piedras blancas.

—Es... ese era el anillo de compromiso de mis abuelos —explica. Al parecer, mi expresión de sorpresa me delata. Por otro lado, él parece nervioso—. Luego fue de mis padres. Según la tradición, ahora debe ser para mi compromiso. Hace unos años tenía pensado dárselo a Aurora para que él le diera un mejor uso, siempre di por hecho que nunca sentiría deseos de dárselo a alguien... hasta que llegaste tú... Y Natalia no me agrada, además.

Sonrío al escucharlo. Por algún motivo, también estoy nerviosa y siento un cosquilleo en el estómago.

—Yo... no esperaba algo así.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora