Capítulo 63

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Dedicado a AlbaPQ

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Dedicado a AlbaPQ

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Nora nos invitó a cenar al día siguiente. No había ningún motivo en específico, solo nos echaba de menos y quería pasar algo de tiempo con nosotros dos. Esa sería la primera vez en la que no me presentaría ante ella como una amiga de Nick, sino como su novia. Sin embargo, no me sentía nerviosa en lo absoluto por eso. Me sentía más bien ansiosa y emocionada: iba a visitar por primera vez la casa en la que mi chico había crecido y vivido la mayor parte de su vida.

Cuando terminé en la cafetería, nos arreglamos a toda prisa y salimos en la moto. El viaje tardó casi el doble del tiempo que tomaba ir a la casa de Aurora. Era un vecindario apartado del centro de la ciudad, sin edificios ni grandes construcciones, salvo algunas casas dispersas que armonizaban con el entorno. La abundante naturaleza y el silencio me recordaban a mi pueblo, pero se diferenciaba en que, a pesar de la aparente sencillez, era un barrio de clase alta donde ningún detalle estaba dejado al azar.

Cruzamos una alta verja blanca y nos adentramos en un jardín que debía tener al menos un kilómetro de extensión. Los abundantes árboles no permitían que la casa fuera visible desde la carretera. Al detenernos, contemplé deslumbrada la construcción que teníamos frente a nosotros. Salvo las ventanas de cristal, el resto era por completo de madera de varios tonos de marrón y amarillo crema. Tenía dos pisos, pero no era excesivamente grande. Había geranios en cada balcón y en cada borde exterior de las ventanas.

—Guau —exclamé mientras me quitaba el casco y me bajaba de la moto—, tu casa parece salida de un catálogo de los mejores lugares del país para vivir en contacto directo con la naturaleza.

—Esa es la idea, en realidad —respondió con una sonrisa—. Mis abuelos la compraron al enterarse de que mi padre también tenía problemas en el corazón. Quizás pensaron que de este modo viviría más.

—Ah.

Me sentí un poco avergonzada al pasar por alto un detalle tan obvio. A él no pareció importarle en lo absoluto. Me tomó de la mano con entusiasmo y me guio hasta subir las escalerillas. Sacó las llaves y abrió con rapidez la puerta acristalada.

—¿Hay alguien en casa? —gritó apenas entramos.

Si por fuera parecía un hogar acogedor, por dentro ciertamente lo era. Semejaba una cabaña en el bosque a gran escala, con muebles un poco menos gastados de los que se veían en las películas. Incluso el piso era de madera, y formaba figuras geométricas uniformes. El olor de los árboles se colaba e impregnaba todo el lugar. La frescura primaveral y la humedad del ambiente invitaban a tomar café caliente y leer un libro frente a la chimenea que había el centro del salón, aunque parecía más bien decorativa que funcional.

Nora salió de una habitación a la derecha de las escaleras de madera que conducían a la segunda planta. Tenía una radiante sonrisa en los labios.

—¡Oh! Están aquí —exclamó con entusiasmo—. Llegaron antes de lo que esperaba.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora