Capítulo 51

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Dedicado a SamR570

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Dedicado a SamR570

***

Todo tenía que ser una pesadilla.

«Eres inocente y puedo probarlo», se repetían una y otra vez en mi cabeza las palabras del mensaje.

¿Alguien sabía realmente lo que había ocurrido el día del incendio? ¿Me lo contaría? ¿O sería sencillamente una broma o alguna forma maquiavélica de atormentarme?

Estaba harta de crearme falsas ilusiones respecto a todo. La vida me había demostrado demasiadas veces que la aparente estabilidad que alcanzaba por momentos podía desvanecerse en cuestión de segundos. Aunque quizás —solo quizás— esa era la oportunidad que tanto había necesitado; la oportunidad que un año antes hubiera cambiado por completo mi destino.

Solo que si no era más que otra mentira no estaba segura de poder resistirla.

El resto de la tarde y la noche no pude pensar con claridad ni un instante. Estaba exhausta a causa del ataque de pánico. Ni siquiera sentía ganas de hablar. Nick permaneció conmigo todo el tiempo y no dijo más de dos palabras, lo cual agradecí. Una especie de muro se había formado entre nosotros, y ya ni siquiera estaba segura de qué había ocurrido antes de que llegara el mensaje.

No podía pensar en él, ni en Aurora y la situación con Bárbara, ni tampoco en el asunto de mi familia y mi nueva hermana. En mi mente solo divagaba la posibilidad de saber qué había ocurrido con Beth y los chicos y si era realmente posible limpiar mi nombre.

A la mañana siguiente ni siquiera logré levantarme de la cama. Permanecí acostada mirando al techo por horas, hasta que llegó la hora de tomar un baño y de irme al lugar marcado en el mensaje. No había comido nada desde el almuerzo del día anterior, pero de algún modo me las arreglé para vomitar dos veces por los nervios.

Nick se brindó para acompañarme, pero le dije que no. Eso era algo a lo que debía enfrentarme por mi cuenta.

***

Apenas pasaba de la una de la tarde cuando llegué al lugar. Era un pequeño restaurante de comida rápida. Entré y me senté a una mesa al final. No ordené agua siquiera, sentía que si tomaba cualquier cosa tendría que volver a vomitar.

Mis pies se movían sin control bajo la silla y necesité separar la tela de mi jersey de mi cuello en varias ocasiones. Me parecía que me iba a asfixiar. Cada vez que sonaba la campanita de la puerta avisando la entrada de alguien me sobresaltaba. ¿Cómo lograría reconocer a la persona que me había citado allí?

Pero fue mucho más sencillo de lo que podía haber imaginado, porque la campana sonó nuevamente y entró una persona que yo conocía perfectamente.

—Josh... —musité casi sin notarlo y me puse de pie.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora