Capítulo 6

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Dedicado a ValentinaValeri1104v

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Dedicado a ValentinaValeri1104v

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Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac.

Era lo único que retumbaba en mi cabeza, y faltaba muy poco para que me levantara y tirara el jodido reloj al piso. No aguantaba ni un tictac más, aunque al «distinguido señor Gibson» no le agradaría que dañara su preciada molestia de pared.

Era un poco más de las ocho, las clases ya habían comenzado. Me preguntaba si notarían mi ausencia en el salón, pero no había manera de que no lo hicieran. A pesar de que me propuse no salir más de mi habitación, no me dejaron opción. Stella casi me arrastró hasta allí. No conseguía olvidar su cara de decepción mientras me reclamaba que cómo pude ceder ante las provocaciones de Natalia.

«Lo siento, Stella —pensé y me revolví en la silla, frente al escritorio—. No pude evitarlo».

¿Por qué la golpeé con la bandeja? No estaba segura de tener una razón concreta, probablemente porque me humilló en público. Nunca olvidaría la algarabía de todos los demás estudiantes a nuestro alrededor; ni la sonrisa de chiflada de Natalia; ni la expresión avergonzada de Víctor. Tampoco olvidaría la mirada seria de Jimmy cuando me volteé llena de sopa de la cabeza a los pies.

No tenía idea de qué había pasado por su mente en ese momento, solo sabía que algo se encendió dentro de mí. Y entonces lo hice, golpeé a Natalia dos veces con la bandeja —o quizás tres—, hasta que me detuvieron y me quitaron el «arma».

No le había hecho mucho daño, las bandejas eran plásticas y yo no era demasiado fuerte. De igual modo, no la dejé salirse con la suya.

Jamás había sido violenta antes. Esa hubiera sido una gran victoria para los que me culpaban por los sucesos en mi antigua escuela. Dirían que esa era una pequeña demostración de lo peligrosa que podía llegar a ser. Pero yo sabía que no era cierto, era la primera vez que reaccionaba de ese modo.

Lo curioso era que no me sentía culpable en lo absoluto, solo me defendí. Eso sí, menudo espectáculo montamos.

Seguía sin reconocerme. Yo era tranquila e invisible, no una competidora de lucha libre. Y eso no era lo más sorprendente, sino que la noche anterior rompí mi racha de lágrimas antes de dormir. Simplemente, no tuve ganas de llorar por primera vez en mucho tiempo.

De hecho, me atrevía a decir que una parte de mí estaba aliviada, lo cual era una buena señal. Eso no significaba que me dedicaría a golpear con bandejas de plástico a todos los que me molestaran, sino que se sintió muy bien tener el control por una vez. Al enfrentar a Natalia, me sentí fuerte, no indefensa como siempre.

Ella estaba sentada frente a mí en ese instante, para hacerme sentir más «cómoda». Llevábamos unos veinte minutos esperando a que Gibson llegara. No paró de mirarme ni un segundo con sus ojazos azules desorbitados y su sonrisa de maniática peligrosa. Sin embargo, no dijo ni una palabra; sabía que Stella nos estaba mirando bien de cerca a las dos.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora