Capítulo 64

107 14 0
                                    

Dedicado a yheniG

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dedicado a yheniG

***

El trabajo en la cafetería siempre era intenso. Al día siguiente tuve que ir y pasé horas corriendo de un lado al otro con las órdenes y los pedidos listos. Sin embargo, mi mente estaba en cualquier sitio menos ahí. Al igual que la noche anterior durante la cena, no dejaba de rememorar cada detalle de lo que había ocurrido entre Nick y yo. Mis mejillas se encendían solo de pensarlo, incluso estaba muy avergonzada con Nora porque estaba segura de que ella se había dado cuenta.

Pero ese mal no tenía cura, a cada segundo que pasaba me enamoraba más y más de su hijo.

En la cafetería también había buenas noticias. Noah había cambiado nuevamente su turno y la tensión entre nosotros estaba desapareciendo. Estaba segura de que con el tiempo incluso llegaríamos a ser buenos amigos, como a Beth le hubiese gustado. Solo me quedaban un par de meses allí. Cuando me fuera a la Universidad los extrañaría mucho a todos. De igual forma, pasaría a verlos siempre que pudiera. Lynn y Noah se habían convertido en personas muy especiales para mí.

Al llegar a nuestro edificio tomé el ascensor. Mis pies se sentían más pesados que nunca y solo me apetecía dormir, pero también quería sorprender a Nick con su cena favorita. El descanso tendría que esperar.

Las puertas se abrieron y entré a nuestro pasillo. Pero apenas alcé la vista me detuve súbitamente.

Reconocí de inmediato la figura femenina que aguardaba frente a nuestro departamento. El aliento se atascó en mi garganta. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Instintivamente, di un paso hacia atrás. Correría lejos de allí.

Entonces se volteó a verme y el pánico me paralizó. ¿Cómo había obtenido mi dirección? ¿Por qué no dejaba de perseguirme?

—Bessie —me llamó.

Negué con la cabeza, casi temblando. Esta vez no le permitiría hacerme daño. Ya todos sabían que era inocente.

Dio un paso hacia mí. Retrocedí.

—¡Aléjate de mí, Nancy! —grité, aterrada.

—Espera —suplicó—, solo quiero hablar.

«¿Hablar?», repetí mentalmente y volví a negar. No tenía nada de qué hablar con ella después de que intentara prenderme fuego en una gasolinera.

—Bessie, no tengas miedo. Juro que no pretendo hacerte daño.

—¿Qué no tenga miedo? ¡Tú tienes un serio problema!

Escaparía y llamaría a seguridad. Ellos me protegerían. Nancy era peligrosa, no podía permitirle acercarse más.

Entonces rompió en llanto.

Sus sollozos descontrolados me impactaron más que su presencia. Seguía respirando con dificultad a causa del miedo, pero también sentí ganas de llorar. Por un momento, no me pareció que fuera la misma mujer histérica que había intentado matarme, sino esa madre amorosa que tanto me había cuidado y consolado durante mi niñez y mi adolescencia. Después de Elisa, ella siempre había sido mi lugar seguro para refugiarme.

La chica de las mil estrellas (Serendipia) © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora