CAPÍTULO 11: Cena de negocios

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Pete amaneció de especial buen humor aquella mañana, sería un buen lunes pensó mientras tomaba su café negro para luego concentrar su atención en el periódico que como todos los días, reposaba sobre la mesa junto a su desayuno. La empleada, completamente silenciosa como siempre, debería de estar limpiando su escritorio en esos momentos y no se acercó a interrumpir hasta que ya estaba dispuesto a marcharse.
La encontró pasando el plumero a la estantería más alta de su biblioteca cuando le pidió que estuviera pendiente  de que llegara su traje de la tintorería, aquella noche tendría una cena y no quería dejar nada al azar, debía de lucir perfecto.
Luego de despedirse, fue por su teléfono, sus llaves y marchó. El tránsito como siempre le permitió organizarse mentalmente una vez más, sin siquiera chequear su agenda. Desde que el jefe había llegado todos estaban más pendientes de que todo fuera perfecto y él no era la excepción, aunque ya pasaba hace mucho la categoría de empleado.
Era cierto, Pete disfrutaba de un trato mucho más holgado y relajado en la empresa y podía dejar pasar algunas cosas sin una reprimenda real de parte del su jefe, pero aún así no le agradaba en lo más mínimo esa idea. Quizás porque venía desde hace años siendo igual y ya no podría cambiar nunca, tal vez por el hecho de que trabajaba en un mismo lugar desde hace más de veinte años y a sus cincuenta y tres años, no pensaba ni retirarse ni gozar de los beneficios que le daba el ser no sólo empleado, sino amigo.
El estacionamiento que él utilizaba estaba casi vacío, el Mercedes Benz ya estaba en su lugar cuando detuvo la marcha y Jonha, el chófer, fumaba relajado a un lado esperando la hora de salida. Pete tomó su maletín y bajó para darle los buenos días al hombre que estaba tras el volante desde hace más de dos años para el jefe.

-¿Llegó hace mucho? - quiso saber casualmente, conociendo bien a su superior, el concepto de "vacaciones" no existía de la misma forma que para el resto del mundo.

-Una hora y veinte para ser exactos, señor - le respondió el chofer luego de darle una pitada más a su cigarro.

Pete le dijo que mejor fuera a descansar a un lugar más agradable ya que él pensaba invitar a almorzar al jefe y luego le avisaría en cuanto éste se disponga a regresar a casa. Siendo que no era nada nuevo aquellos procedimientos, Jonha aceptó de inmediato y subió al auto para ir en busca de algún café donde relajarse hasta la hora de continuar con su trabajo y Pete por su lado, caminó hasta el elevador para no detenerse hasta el piso doce donde se encontraba la presidencia.
Había un movimiento constante como siempre y se respiraba un poco más de tensión que otras veces y él sabía que se debía a la presencia del recién llegado.
Mientras se preguntaba cuándo sería el día que ese joven se tomara un respiro así sea en sus propias vacaciones, cruzó el largo pasillo hasta llegar a la puerta de la presidencia. El lugar, amplio y bien iluminado, parecía haber sido examinado por el más exigente perfeccionista puesto que absolutamente nada salía de su lugar, todo parecía pulido y controlado, todo absolutamente limpio y perfumado. Un escritorio de quizás cuatro o cinco metros ocultaba tras de sí a una diminuta y adorable mujer de unos treinta a quien Pete le sonrió al pasar en modo de saludo ya que estaba ocupada con una llamada que no pasaría de aquella recepción.
"En estos momentos no se encuentra disponible, podría devolverle la llamada en la brevedad" decía Beatriz a la vez que miraba a Pete pasar junto a su lugar de trabajo para llegar a la puerta caoba de dos alas y pasar luego de dar dos golpecitos muy bajos.
La secretaria maldijo a quien le había negado su oportunidad de saludar como correspondía a Pete luego de no habérselo cruzado por casi dos meses, todavía esperanzada de que en algún momento le prestara la atención que buscaba de él. Debería de estar atenta y controlar el momento en que se retiraran, posiblemente en pocas horas.
Tras la puerta caoba el mármol gris del suelo relucía, la pared tras el imponente escritorio negro, que era únicamente conformada por vidrio, contaba con unas cortinas levantadas a la mitad, de modo que sólo había luz natural en aquellos momentos. Los edificios vecinos se veían a la perfección y ningún sonido del exterior perturbaba la tranquilidad de aquella oficina. Pete caminó hasta el sillón que conformaba parte del juego de living para sentarse en él dejando su maletín a un lado y dio los buenos días a su joven amigo que sin despegar la vista de unos papeles que estaba leyendo, toma una carpeta color amarilla y la deja a su izquierda.

SIN NOMBRES (La acompañante) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora