CAPÍTULO 18: Visita a Worcaster Lodge

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Aquel sábado por la mañana comenzaron oficialmente las vacaciones de Marco Ziegler. Despertó a las seis de la mañana y salió a correr hasta las siete y veinte, el paisaje de su casa de campo era como siempre exquisito e invitaba a pasar el tiempo afuera. Ubicada en Los Cotswolds, precisamente en Broadwell a una hora y media del centro de Londres, la casa de estilo cottage con más de ciento cuarenta años de historia pertenecía a su familia desde hace más de noventa y era ciertamente un tesoro que Marco no pensaba perder y el cual no le gustaba compartir.
Recordaba su infancia y muchos veranos de su adolescencia en aquella casa de campo cuando sus abuelos todavía vivían, era el centro de reunión familiar favorito y sus padres gustaban de hacerlo también casa de vacaciones para amigos suyos. Aquello era lo que Marco detestaba, no le gustaba encontrarse de repente con un completo desconocido cuando salía a caminar o al doblar por el corredor para ir a su habitación y sin embargo sus padres amaban la compañía de terceros. Siendo ya un adulto con total apoderamiento de todos los bienes, Marco decidió tomarla como su casa permanente, aunque en el año la usaba poco debido al trabajo. Pero allí estaban sus pertenencias y su esencia, su paz se renovaba cada vez que visitaba Worcaster Lodge. 
Luego de la reunión con Ali, se marchó al piso que tenía en el centro donde se preparó un ligero bolso y de inmediato salió con su chofer a Los Cotswolds llegando a la propiedad a eso de las nueve de la noche. En la casa de campo lo recibió el matrimonio Shenley que cuidaba de todo junto con un sobrino suyo desde hace unos casi diez años. Dolores y Ulrico Shanley habían comenzado su trabajo en Worcaster Lodge cuando Marco tomó el control de todo; tenían ahora cuarenta y tres años, dos hijos gemelos en la universidad y una jovialidad que muchos en esos lados envidiaban pues era un matrimonio feliz y divertido, en sus días libres paseaban por los campos y hacían yoga juntos todas las mañanas, el haber pasado sus treinta y tener ya hijos adultos, pues no les significaba para ellos que fueran viejos para ciertas cosas, sino que todo lo contrario: eran libres de cuidar niños y todavía su salud les permitía disfrutar de largas caminatas e incluso de aventuras como el tirarse de un paracaídas, cosa que Ulrico le obsequió a Dolores en su último aniversario juntos.
Si bien Marco mantenía siempre al margen de su vida a todo el mundo, era inevitable que Dolores no fuera una especie de excepción pues la mujer era siempre respetuosa y atenta, podría saber poco de su jefe, pero tenían una extraña confidencialidad que funcionaba a la perfección cuando Marco visitaba la casa. Fue una sorpresa para ella verlo llegar aquella noche ya que no había telefoneado para anunciarse y siempre acostumbraba hacerlo, al menos un par de horas antes para pedirle que tuviera listo algo para comer. La casa estaba siempre impecable, absolutamente todo en su debido lugar y bien cuidado, por lo que no era un problema para nadie que el jefe llegara sin avisar, sólo que a Dolores le gustaba preparar siempre un recibimiento acogedor: un té caliente, quizás prender el fuego si se estaba en otoño o invierno, sino cortar algunas flores en primavera para darle apenas un toque de color a la sala. Aquella noche no tuvo tiempo a eso, estaba precisamente haciendo su recorrido final antes de irse a su casa, la cual quedaba dentro de la propiedad, cuando escuchó estacionar el auto en la entrada.
Al llegar a la puerta, vio como su jefe bajaba del auto y caminaba a su encuentro por el camino de piedras blancas cercado por arbustos bajos bien cortados, aunque algo dañados por el frío clima que había comenzado a hacer.

-Buenas noches Dolores -le saludó Marco llegando finalmente hasta ella.

-Señor, de haber sabido le colocaba al menos un poco de carne al horno para cenar -se lamentó ella abriendo el paso. Una vez dentro, Marco fue directamente hasta la sala donde dejó su bolso en uno de los sillones para luego ser asaltado de inmediato por el perro braco que entró por la puerta trasera de la cocina acompañado de Jhona, el chofer. Rendido en el sillón, con el salvaje de tres años sobre él, Marco le aseguró a la señora Shenley de que podía ir a descansar sin problema ya que no tenía apetito y no era necesario que se quedara a prepararle algo a esas horas. Dio indicaciones a Jhona de ir bien temprano la mañana siguiente en busca de Pete y le pidió a la señora Shenley de que tuviera shepherd's pie para el almuerzo y luego dejó que ambos salieran a descansar para así tener él también algo de descanso.

Una vez a solas con su compañero de cuatro patas, fue hasta la cocina donde hurgó en la heladera en busca de algo que comer, pues lo de no tener apetito había sido una mentira sólo que no pensaba hacer que Dolores se quedara allí más tiempo sólo para que él comiera algo. Se conformó con un sándwich de tocino para él y le abrió una de las latas que había encargado que compren para el perro en su última visita de unos meses atrás. De inmediato terminó su improvisada cena, fue a dormir para ponerle fin a ese eterno viernes siendo sorprendido antes de caer dormido, por el recuerdo a su reunión con Alissa aquella tarde.

Cuando despertó a las seis de la mañana y bajó para salir a correr, notó que Dolores ya estaba en la cocina pero no pasó por allí. Se colocó los auriculares y abrió la puerta siendo perseguido como siempre de su perro, hizo todo el camino hasta las afueras de la propiedad y se detuvo sólo cinco minutos para chequear la hora y observar el sol que se levantaba para quitar la escarcha de las verdes extensiones a su alrededor. Para cuando regresó, tenía la mesa del desayuno para dos esperando. Se duchó y antes de que dieran las ocho, bajó y salió a la galería donde Pete lo esperaba de pie cerca las enormes masetas al límite de las baldosas de exteriores.

-Recuerdo la primera vez que visité Worcaster Lodge -dijo Pete mirando el sector del jardín que se podía contemplar desde donde estaban parados. El mantenimiento de Ulrico era ideal, todo estaba como dentro de la casa en perfecta armonía y a Marco le gustaba ver la satisfacción del hombre en su rostro y escucharla en su voz cuando le comentaba de los arreglos o cambios que había realizado. Esa misma tarde tenía que verse con él para recorrer el lugar, siempre lo hacían para que estuviera al tanto de todo pues nada podía escapar de él. -Quedé fascinado con tu madre y todo lo que sabía sobre la historia del lugar, sobre sus árboles y flores. Realmente le gustaba estar entre la naturaleza. -Pete giró su cabeza para ver a Marco junto a él, mirando el lugar también con cierta satisfacción; sabía que su madre estaría feliz de ver el estado de la propiedad- Pensé que vendrías aquí en dos semanas, no acostumbras a hacer visitas fugaces en este lugar.

-Quise ver como estaba todo, la verdad es que no creo venir aquí hasta finales de diciembre... -respondió Marco yendo hasta la mesa donde Dolores había llegado para dejarles dos platos con sus desayunos.

-¿Finales de diciembre? -Pete observó curioso a su jefe a la vez que se sentaban. El aroma de aquel desayuno completo le abrió el apetito de golpe, bendita sea esa mujer y su buena mano para las comidas inglesas. Dolores preguntó si deseaban algo más y luego desapareció por la puerta de la cocina dejándolos en compañía de Poirot, el braco de Auvernia que no le perdía pisada a su amo. Marco se endulzó el té y probó de éste con completa tranquilidad, sin prisa alguna como si no supiera que había captado la curiosidad de su compañero. -De acuerdo, comprendo ahora el motivo por el cual me mandaste a llamar, quieres modificar tu agenda.

-Exacto, pero además quería que disfrutaras de Worcaster Lodge hasta mañana como yo lo haré.

-Tenías absolutamente todo planeado, tanto si conseguías una acompañante como si no la conseguías... Por lo que Verónica me ha dicho, al parecer eso ya es un hecho, asique no comprendo qué podría haber pasado como para que me pidas reorganizar tus planes.

-He decidido extender el contrato a un mes.

-¿Un mes? -Pete casi tira su bocado de huevos con tomate a la parrilla cuando lo escuchó- Eso sí que es una inesperada novedad.

-Acepté la invitación de Jacques a su exposición y es casi a finales de mes, posiblemente quiera ir con alguien y también voy a asistir a la fiesta de Patrik, no recuerdo la fecha pero sé que es este mes... -dijo Marco mientras miraba la portada del periódico. Pete no dijo nada, estaba pensado en lo que podría haberlo hecho cambiar de parecer respecto a esas invitaciones pero nada se le venía a la mente. Luego de una pausa, bajó la vista a su plato otra vez a la vez que le dijo: "Me encargaré de que reorganicen entonces lo necesario."

Marco sabía que no haría falta mucho, su cambio podría ser inesperado pero para nada imposible, tenía todo tan planeado a largo plazo que modificar una fecha de vuelo no era nada complicado. Disfrutaron del desayuno con el sol cálido de otoño y luego arreglaron para jugar golf antes del almuerzo, el sábado apenas comenzaba y tendrían hasta el día siguiente para distenderse; luego regresarían a la ciudad donde Alissa se reuniría nuevamente con él en la agencia.

SIN NOMBRES (La acompañante) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora